No soy muy aficionado a los partidos de fútbol. Huir de su omnipresencia no es fácil. Voy al bar a tomar café y me encuentro con fútbol o toros. Me siento a tomar una cerveza con algunos jóvenes y sale a relucir el puto fútbol o los putos toros, según la expresión de moda del ministro Puente, que es muy socialista y mucho socialista. Como las patadas a un balón me traen sin cuidado, me dedico a observar otras cosas. Una de las que más me llama la atención es que los jugadores, cuando hablan entre ellos, y los entrenadores cuando dan instrucciones a los jugadores y colaboradores, se ponen la mano delante de la boca para que el enemigo no les lea los labios y no descubran sus estrategias para vencerlos. Ojalá cundiera el ejemplo y algunos de nuestros políticos, de todos los partidos, se taparan la boca, pero con esparadrapo para que dejaran de manipularnos y calentarnos la cabeza con sus discursos insustanciales. O mejor aún, que se le quedaran los dedos pegados a la boca cada vez que vayan a proferir un insulto o una sandez. Los investigadores en inteligencia artificial deberían inventar un algoritmo e incrustarlo en un chip. Ese chip debería pegarse en el cuerpo de todos los políticos electos en el momento de la toma de posesión. El algoritmo leería el pensamiento del político y dispararía su brazo para que la mano le tapara la boca y se evitara escuchar las palabras soeces de Isabel Díaz Ayuso, Óscar Puente u otras “eminencias” de la política. Más adelante, habría que implantar también el chip a algunos periodistas que nacieron en Orihuela del Tremedal y otros lugares para taparles los morros y que dejaran de llenar las ondas con sus palabras cargadas de odio. Sobran Federico Jiménez Losantos, Eduardo Inda, Ana Rosa Quintana, Antonio García Ferreras y otros muchos. Ojalá el invento sea pronto una realidad.
Evaristo Torres Olivas
1 comentario:
Te dejas al Carlos Herrera.
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