Publicado en Heraldo de Aragón 5/06/2019
La primera decisión que se toma en una empresa que pierde el sesenta por ciento de sus ventas consiste en agradecer los servicios del equipo directivo y ponerse a buscar otro que pueda corregir el rumbo. Los afectados intentan echarle la culpa—el muerto—a otro. A la central de Alabama, al mal tiempo, a la coyuntura desfavorable o a la junta de la trócola. Los partidos políticos no dejan de ser empresas que compiten en el mercado para vender sus productos a unos consumidores que reciben el nombre de ciudadanos. En su catálogo de productos aparece crear empleo, pensiones dignas, conservación del planeta, igualdad entre hombres y mujeres, hospitales, autopistas, museos y guarderías, erradicación de la violencia machista, prosperidad, paz y felicidad y mil promesas más, que ellos llaman apuestas. Para ello, al igual que cualquier empresa, recurren a todo de tipo de eslóganes que nada dicen pero que ilusionan lo mismo que la chispa de la vida o el detergente que lava más blanco: por el cambio, podemos, queremos y haremos, suelen ser los más utilizados. La empresa Podemos Aragón ha perdido muchos clientes/ciudadanos. Miles de aragoneses han dejado de comprar sus productos. De querer asaltar los cielos, apenas han despegado del suelo. La reacción del secretario general de la empresa, Nacho Escartín, ha sido la esperada: culpar a la central de Madrid y decir que sus errores han salpicado al resto. De esa manera, se lava las manos, se llama andana y dice, al estilo Bart Simpson, que él no ha sido y sentencia en su blog que no va “a abandonar el barco cuando más agua pierde”. No debe abandonar el barco, pero sí dejar de ser capitán y, junto con los oficiales y jefes de máquinas que lo han llevado hasta la zona de peligro, entregar el mando a otra tripulación antes de que la nave haga agua y se vaya al fondo del mar. La mejor prueba de que el señor Escartín no es un buen capitán la tenemos en que ni siquiera domina el lenguaje marinero: que un barco pierda agua, lejos de ser una catástrofe, es una buena noticia. Significa que las bombas de achique funcionan. Lo que el barco de Podemos en Aragón ha perdido es otra cosa: miles de votos de ciudadanos que han considerado más atractivas y más seguras otras embarcaciones.
La primera decisión que se toma en una empresa que pierde el sesenta por ciento de sus ventas consiste en agradecer los servicios del equipo directivo y ponerse a buscar otro que pueda corregir el rumbo. Los afectados intentan echarle la culpa—el muerto—a otro. A la central de Alabama, al mal tiempo, a la coyuntura desfavorable o a la junta de la trócola. Los partidos políticos no dejan de ser empresas que compiten en el mercado para vender sus productos a unos consumidores que reciben el nombre de ciudadanos. En su catálogo de productos aparece crear empleo, pensiones dignas, conservación del planeta, igualdad entre hombres y mujeres, hospitales, autopistas, museos y guarderías, erradicación de la violencia machista, prosperidad, paz y felicidad y mil promesas más, que ellos llaman apuestas. Para ello, al igual que cualquier empresa, recurren a todo de tipo de eslóganes que nada dicen pero que ilusionan lo mismo que la chispa de la vida o el detergente que lava más blanco: por el cambio, podemos, queremos y haremos, suelen ser los más utilizados. La empresa Podemos Aragón ha perdido muchos clientes/ciudadanos. Miles de aragoneses han dejado de comprar sus productos. De querer asaltar los cielos, apenas han despegado del suelo. La reacción del secretario general de la empresa, Nacho Escartín, ha sido la esperada: culpar a la central de Madrid y decir que sus errores han salpicado al resto. De esa manera, se lava las manos, se llama andana y dice, al estilo Bart Simpson, que él no ha sido y sentencia en su blog que no va “a abandonar el barco cuando más agua pierde”. No debe abandonar el barco, pero sí dejar de ser capitán y, junto con los oficiales y jefes de máquinas que lo han llevado hasta la zona de peligro, entregar el mando a otra tripulación antes de que la nave haga agua y se vaya al fondo del mar. La mejor prueba de que el señor Escartín no es un buen capitán la tenemos en que ni siquiera domina el lenguaje marinero: que un barco pierda agua, lejos de ser una catástrofe, es una buena noticia. Significa que las bombas de achique funcionan. Lo que el barco de Podemos en Aragón ha perdido es otra cosa: miles de votos de ciudadanos que han considerado más atractivas y más seguras otras embarcaciones.
1 comentario:
Bueno, se me hace raro que no dijera algo de que las ratas abandonaban el barco, pues le pega más el lenguaje directo, de confrontación. Ahora bien, que atribuya también el fracaso a los "aragoneses que no fueron a votar el día 26" y sí lo hicieron en las anteriores tampoco demuestra mucho. Lo que no dice es si va a dimitir e irse a ese idílico lugar en el que dice vivir. Podría tomar el ejemplo de alguna colega que hoy mismo lo ha dejado (Violeta Barba).
A muchos nos tocó las narices lo de Amancio Ortega (típica gilipollez de niñato/niñata), el "ninguneo" de Madrid y otros asuntos, pero su retórica huera, llena de lugares comunes es lo que pone enfermo a cualquiera. Cuando su candidata Maru Díaz (de profesión desconocida) animó a los/las aragoneses/aragonesas a votar dijo aquello de "la fiesta de la democracia" y de que estaba en juego vivir en el siglo XXI y no en el XIX es cuando uno (o una) se da cuenta de que todo da igual, de que su ignorancia es rampante y de que su discurso provoca estupor. ¿Y aún se preguntan el porqué de sus resultados?
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