“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 9 de enero de 2018

El toro mariquita, el león y el ñu

En estas pasadas navidades se ha estrenado una película de dibujos, Ferdinand, basada en un libro del escritor norteamericano Munro Leaf publicado en 1936. El libro fue prohibido en la España de Franco por ser una “propaganda pacifista” y en la Alemania de Hitler por tratarse de “propaganda democrática y degenerada”. Narra la historia de un toro que prefiere olisquear flores y tumbarse a la bartola a la sombra de un árbol antes que destripar toreros o dejar que el siniestro diestro le saque el mondongo con una espada. Un crítico taurino, Antonio Lorca, ha publicado un artículo en el que bufa como un toro por lo que considera una enorme manipulación y desnaturalización. Un toro que “rechaza su destino de toro bravo” es “como si la gallina pudiera renunciar a poner huevos, el perro a andar a cuatro patas o el león a perseguir y devorar al ñu”. Concluye diciendo que la película “es una preciosa, tierna, sensiblera y mentirosa historia”. Hay una gran diferencia entre este crítico taurino y Luis del Val, de quien hablaremos mañana en este blog. Don Luis, siguiendo el libro de estilo de la Cope,  habría dicho que un toro pacifista que huele flores en lugar de despanzurrar caballos y toreros no es un toro gay sino un maricón de mierda (mariquita, habría corregido su tía Pascualina). Las cosas como son, hay que darle la razón al crítico. En una película de dibujos animados y en los cuentos puede aparecer un pato Donald que además de patas tiene brazos, un ratón Mickey con guantes, un gato con botas, un ratón Jerry puteando al gato Tom, un coyote engañado una y mil veces por un correcaminos que se le cachondea con su característico “bip-bip”; incluso puede haber un lobito bueno al que maltratan todos los corderos, según nos contaba José Agustín Goytisolo. Pero lo que no puede ser es un toro que pierde aceite; un cobarde, un fistro pecador de la pradera o de la dehesa. Nor. Eso de ninguna manera. Porque, como muy bien dice Antonio Lorca en su artículo, “la manipulación lleva a la ignorancia, un toro bravo es un animal y no una persona”. Claro, y las princesas son hermosas, los príncipes valientes y los reyes  magnánimos.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

"El toro es un animal y no una persona", cierto, pero todas las personas sí son animales.
Esta es una verdad dura para quienes desean mangonear,disponer y pisotear a todo animal existente sobre el planeta.
Nuestra especie creó una categoría diferente para sí misma, intentando justificarse y hacer cómplices intelectuales a todas las personas posibles del descomunal expolio, masacre y destrucción que ejercimos y ejercemos sobre las demás especies del planeta y el planeta mismo.
Somos la plaga, la especie que pudre lo que toca, la especie que no sabe vivir sin arrasar su entorno, la especie que si no cambia pronto su rumbo acabará con el futuro de todo lo viviente.
Vamos cuesta abajo y sin frenos.