Escribo esta columna antes de conocer los resultados de la
votación de Podemos que termina a las doce de la noche. Va a ganar Pablo
Iglesias, pero para mí es el perdedor. Por su endiosamiento, por su avaricia,
por su juego sucio, por sus pataletas de niño mimado. Ha montado un proceso de
votaciones a su imagen y semejanza para arrasar, aprovechando el aparato del
partido. Ya lo hizo anteriormente,
imponiendo sus listas plancha con la excusa de la máquina de guerra para ganar
las elecciones. E impuso en las listas a quien le dio la gana, y a Teruel le
tocó algún candidato que no había pisado la provincia en su vida. Y no
satisfecho con eso, ahora ha amenazado
con que dejará de liderar Podemos si su propuesta de estrategia política no
gana en Vistalegre II. Esa es un órdago de chulo, de niño pijo, como aquellos repelentes
de nuestra infancia que tenían un balón de cuero y había que dejarles hacer lo
que quisieran, decidir las reglas, señalar las faltas y los penaltis a su
antojo so pena de que se molestaran, se llevaran el balón y nos dejasen a los
demás con dos palmos de narices. Iglesias quiere imponer un partido
centralizado, un búnker en el que él y sus cuatro personas de confianza hagan y
deshagan como les dé la gama y todos los demás sean una comparsa que llena las plazas y
los estadios para aplaudir al líder y sacarlo en procesión. Una copia de los
antiguos partidos comunistas. Un Carrillo con coleta. Junto a Montero, Espinar,
Echenique y cuatro más que acumulan cargos y se han instalado en la política
para permanecer durante muchas legislaturas, lo mismo que hacen los partidos a
los que llamaban de la casta. Como comentaba el historiador y sociólogo Emmanuel Rodríguez en un reciente
artículo, Podemos se va a convertir en un partido con una cultura de ““trepismo”
y lucha interna, y empujada a una peligrosa pendiente de desconexión de lo
“social””. Se va a implantar en Podemos lo que Errejón, aplicado a otros
partidos, ha llamado “un mecanismo de selección de la mediocridad, porque en
general ha ido postulando hacia arriba a gente que se situaba con la posición
que sabía que iba a ganar”. Ahora vemos claro quiénes son los de arriba y los
de abajo.
Evaristo Torres Olivas
1 comentario:
Pues sí, buen artículo.
Entiendo que desde el punto de vista de quienes dicen querer cambiar las cosas desde las instituciones, ganar las elecciones para acceder al gobierno es crucial. Si de verdad quieres cambiar las cosas así, montarás un partido diferente, no sólo en algunas cosas, sino en muchas. Donde las voces sean escuchadas, donde la mayoría de las decisiones sean bastante participadas, donde se huya de caudillismos... etc. Porque si se puede o no se quiere hacer las cosas de otra forma... al final, el resultado, como es obvio, va a ser el mismo.
En lugar de adaptarse las instituciones y el clima político a Podemos (cuando "tocase" o se pudiese) se ha adaptado Podemos a las instituciones y al -sucio- clima político... de la política profesional de partidos. Son tantos ya los cambios a peor desde su nacimiento, en tan poco tiempo(¿en 2014 fue?), que resulta escandaloso y entristecedor.
No sé si llegarán a tocar poder -aunque sea en coalición- pero, con estos mimbres, me temo que sería el principio del fin de la ilusión de Podemos (para algunas personas). Más vale que puedan llegar a derogar algo, porque no quiero pensar qué harán y qué dirán cuando lleven varios años en el poder. De todas formas, está claro también que los de siempre harán lo posible y lo imposible por mantenerlos lejos del gobierno... así que puede que se queden en "Queremos pero no Podemos".
La única gran baza que les queda -y bien que la aprovecharán- es que los demás partidos mayoritarios huelen muchísimo peor que ellos y ellas. Eso, al menos, durante mucho tiempo, nadie se lo podrá negar.
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