Si para optar a cualquier puesto en una empresa privada es
necesario presentar un historial profesional detallado, también debería ser
obligatorio cuando el puesto al que se aspira es el de concejal, alcalde,
diputado o cualquier otro cargo público. Hasta fechas recientes, los partidos políticos presentaban sus listas
cerradas y bloqueadas y solamente se sabía algo de los primeros de la lista. El
resto eran unos perfectos desconocidos. La aparición de nuevos partidos, la
celebración de primarias y la participación de los militantes en la confección
de las listas ha cambiado algo la situación, aunque de manera insuficiente a mi
entender. La información y la extensión de un historial profesional deben
guardar relación con el puesto a cubrir. No es apropiado un currículum
detallado de diez páginas para aspirar a un puesto de carretillero de almacén
ni uno de cinco líneas para el de directora general de una multinacional.
Tampoco se precisa la misma información para ocupar el puesto de alcalde de un municipio
de doscientos habitantes que para otro de dos millones. Sin embargo, no es
infrecuente que personas que pretenden figurar en las listas de concejales o
diputados despachen el trámite del historial profesional con una información insuficiente. Aducen algunos que tener un brillante
expediente académico o mucha experiencia no es garantía de nada en política, y
citan algunos ejemplos de personas sin oficio ni beneficio anterior que han
sido excelentes políticos y otros de brillantes trayectorias previas que han
sido nefastos gobernantes. En cualquier profesión, no solamente en política, se
pueden encontrar excepciones, pero lo más frecuente es que haya una
correspondencia entre la formación y la experiencia y el desempeño profesional,
ya sea para ser político, ebanista, directora de orquesta o guía turístico. Si
no fuera así sobrarían las escuelas y las universidades, sobrarían los maestros
y profesores, de nada serviría el esfuerzo y el estudio, la constancia en
aprender un oficio, una técnica, adquirir una habilidad. Todo dependería de la
suerte, de los genes, de la ciencia infusa.
viernes, 10 de abril de 2015
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2 comentarios:
Las escuelas, las universidades, y muchas de las cosas que has nombrado sí son necesarias y/o positivas. Ahora bien, lo que se necesita de una persona dedicada a la política es honradez, es máximo respeto a las personas "administradas", es que trabaje por el mandato y el bien de la mayoría de la población y no por el suyo propio o el de una minoría privilegiada. ¿Es esto posible desde un gobierno?
Y nada de esto se puede garantizar estudiando mil carreras, sabiendo mil idiomas o teniendo un currículum profesional impecable. ¿Mejor si fuera así que lo que hay ahora? Probablemente sí, ¿pero para qué pelear por algo que no nos garantiza nada?
Hay muchas partidos, muchos tipos de gobernantes, y muchas formas distintas de estado y de gobernar, pero la mera acción de gobierno tiene muchos más elementos negativos inherentes al hecho de gobernar, que las posibles ventajas de las formas de gobierno menos agresivas. El poder de unos pocos seres humanos sobre otros muchos no conoce forma positiva posible. El poder corrompe por su propia existencia. La igualdad entre personas, la justa distribución de los recursos, etc... sólo se pueden producir repartiendo el poder para que nadie tenga mucho: teniendo toda persona el mismo. Esa es la única manera en el que las debilidades humanas de todo tipo en uso de su poder se ven contrarrestadas al no ser -en la práctica- ni más ni menos que nadie. Allanando el camino hacia la toma de acuerdos donde nadie salga perjudicado y todo el mundo, más o menos, colabore en la satisfacción de las necesidades del conjunto de la sociedad.
Creo que Vicente Larred ya no va.
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