“España es profundamente corrupta, porque las decisiones
desde el poder se adoptan por
clientelismo, nepotismo y prioridades particulares. También se puede favorecer
por omisión, aprobando normas sin memoria económica, sin el debate oportuno,
adulterando los concursos públicos o poniendo límites a la transparencia”.
Estas palabras no son mías, ni de ningún otro “militante fanático de una
infernal turba nutrida por peligrosos activistas”—así me llamó hace unos años
don Francisco Lázaro Polo, además de “bobo ocioso e imbécil”—. Las escribe
Ángel Dolado Pérez, juez decano de Zaragoza y presidente nacional de Foro
Judicial Independiente, en un magnífico artículo de opinión publicado el 18 de
octubre en el Heraldo de Aragón.
El juez propone varias medidas para disminuir la corrupción,
todas ellas muy sensatas, como
introducir cambios en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, derogación de la Ley
de Indultos y otras muchas. Yo soy mucho más pesimista que el juez y no creo
que este país tenga solución a corto plazo. Son muchos siglos de dejadez y de
incompetencia que no se arreglan en dos días. Vencer nuestra cultura de la
picaresca es difícil. Aquí vemos bien robarle a Hacienda; si el dentista, el
fontanero, el albañil y el pintor nos proponen no hacer factura o facturar
solamente la mitad, en lugar de denunciarlos, aceptamos su oferta. No son
muchos los países en los que el jefe del Estado se va a cazar elefantes a
África, su yerno imputado en estafas monumentales, el presidente del Tribunal
Supremo obligado a dimitir por irse de juerga con su amante a costa del erario,
el presidente de la CEOE en la cárcel por estafador, el tesorero de un partido
que gobierna, en el trullo, al jefazo del mayor banco se le descubren 2 000
millones en Suiza y a su segundo lo indulta un gobierno socialista, unos
sindicatos que falsifican facturas y se atracan de marisco a nuestra costa. Y
para hacer frente a tanto truhán y estafador, unos políticos de tercera fila,
la mayoría funcionarios de los niveles más bajos, que no saben idiomas, no han
viajado, no han gestionado y que hacen de la política una profesión vitalicia
para medrar ellos, sus amigos y sus familiares. Y a esa tropa no le interesa
cambiar leyes para limitar los mandatos, ni leyes de enjuiciamiento criminal,
ni leyes de amnistía. Este país no tiene arreglo.
1 comentario:
El que sirve a los amos y a su proyecto tiene asegurada una buena vida, salvo excepción, a perpetuidad.
El tinglado entero, o en su mayor volumen, está montado y enfocado a controlar los recursos, a controlar a los que tienen que generar la riqueza con su trabajo, y a arrebatarles dicha riqueza de una u otra forma.
Hay que ver el daño que hacen los años de mentiras envueltas en buenas palabras, el teatro de las instituciones, el hacer como que se hace, el perpetuo enmascaramiento de la cruda realidad.
La democracia parlamentaria no es más que un espejismo cambiante que esconde la crueldad y el hedor de la tiranía y la explotación de unas personas a manos de otras.
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