La ignorancia puede ser disculpable en personas que no han
tenido acceso a la instrucción, pero cuando personas supuestamente cultas
omiten ciertos hechos, no se les puede disculpar porque ya no se trata de
ignorancia sino de mal fe. Y si esa mala fe proviene de personas que han hecho
de la fe el eje central de su vida, lo que procede es el desprecio. Y desprecio
es lo que siento por las palabras de Elías Yanes, arzobispo emérito de
Zaragoza, publicadas en el Heraldo de Aragón del pasado 10 de octubre. En su
tribuna habla de los mártires del siglo XX en España, de la persecución contra
la Iglesia en los años treinta en España.
Afirma que “el martirio de los cristianos del siglo XX va unido a las
violencias y las guerras más mortíferas de la historia: el holocausto del
pueblo judío, las matanzas de campesinos en la Unión Soviética, los gulags y
los campos de concentración convertidos en centros en los que la muerte se
realizaba con métodos industriales contra los adversarios políticos, de clases
o de grupos sociales; los bombardeos que destruyeron ciudades enteras. Y no
podemos dejar de mencionar las muertes causadas por el aborto voluntario y
otras manifestaciones de la cultura de la muerte”. Perdonen la extensión de la
cita, pero quería que los lectores de esta columna apreciaran el grado de
inmoralidad a que puede llegar un destacado representante de la Iglesia. Se
acuerda de las barbaridades de los nazis y de la Unión Soviética, pero ni una
mención a lo que tiene más cerca, a lo que pasó en España en ese mismo periodo,
cuando el general de voz aflautada, autodenominado caudillo, empleaba unos
métodos que en nada desmerecían a los de los nazis y soviéticos. Y lo que es
peor, con la bendición de la Iglesia. Elías
Yanes no es un ignorante que desconoce los hechos. Es un obispo que llegó a
ocupar la presidencia de la Conferencia Episcopal. Sus omisiones, en
consecuencia, son intencionadas. Omite con la intención de intoxicar, de propagar
la ideología de la Iglesia, que es presentada como una víctima cuando a lo
largo de los siglos ha ejercido de verdugo en muchas más ocasiones.
Evaristo Torres Olivas
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