“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 14 de octubre de 2013

La mala fe

La ignorancia puede ser disculpable en personas que no han tenido acceso a la instrucción, pero cuando personas supuestamente cultas omiten ciertos hechos, no se les puede disculpar porque ya no se trata de ignorancia sino de mal fe. Y si esa mala fe proviene de personas que han hecho de la fe el eje central de su vida, lo que procede es el desprecio. Y desprecio es lo que siento por las palabras de Elías Yanes, arzobispo emérito de Zaragoza, publicadas en el Heraldo de Aragón del pasado 10 de octubre. En su tribuna habla de los mártires del siglo XX en España, de la persecución contra la Iglesia  en los años treinta en España. Afirma que “el martirio de los cristianos del siglo XX va unido a las violencias y las guerras más mortíferas de la historia: el holocausto del pueblo judío, las matanzas de campesinos en la Unión Soviética, los gulags y los campos de concentración convertidos en centros en los que la muerte se realizaba con métodos industriales contra los adversarios políticos, de clases o de grupos sociales; los bombardeos que destruyeron ciudades enteras. Y no podemos dejar de mencionar las muertes causadas por el aborto voluntario y otras manifestaciones de la cultura de la muerte”. Perdonen la extensión de la cita, pero quería que los lectores de esta columna apreciaran el grado de inmoralidad a que puede llegar un destacado representante de la Iglesia. Se acuerda de las barbaridades de los nazis y de la Unión Soviética, pero ni una mención a lo que tiene más cerca, a lo que pasó en España en ese mismo periodo, cuando el general de voz aflautada, autodenominado caudillo, empleaba unos métodos que en nada desmerecían a los de los nazis y soviéticos. Y lo que es peor, con la bendición de la Iglesia.  Elías Yanes no es un ignorante que desconoce los hechos. Es un obispo que llegó a ocupar la presidencia de la Conferencia Episcopal. Sus omisiones, en consecuencia, son intencionadas. Omite con la intención de intoxicar, de propagar la ideología de la Iglesia, que es presentada como una víctima cuando a lo largo de los siglos ha ejercido de verdugo en muchas más ocasiones.  

Evaristo Torres Olivas 

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