Los inventos no son buenos ni malos, depende del uso que se
haga de ellos. Esto es tan evidente que podría haberme ahorrado esa frase. Un
buen ejemplo: las redes sociales. Facebook para ser más concretos. El éxito de
esta red en todo el mundo se debe, como dice un humorista cuyo nombre he
olvidado, a que tiene nombre inglés: face, cara y book, libro. Facebook,
caralibro. Si hubieran puesto el nombre en español, cara de libro, no habría entrado ni dios. Sé que la
traducción correcta es el libro de las caras, pero entonces se le habría
chafado el chiste al humorista y yo no lo podría utilizar para escribir esta
columna. La verdad es que el caralibro y otros inventos pueden ser muy útiles
para convocar a gente para una manifestación, para compartir noticias al
instante, para hablar con amigos y familiares que están a miles de kilómetros,
compartir fotos, música y poesías. Pero también sirven para poner en evidencia
lo imbécil que es el género humano (o al menos muchos de sus miembros). Hay gente que se levanta y va mear y lo facebookea y twittea. Pero ahí no acaba
la cosa; los famosetes, famosillos y otra gente que vive del cuento, utilizan las redes para que luego los
periódicos y programas de televisión comenten sus chorradas. Sirva este ejemplo
que he leído unos momentos antes de escribir esta columna: en una página
digital aparecen unas fotos de Jessica Bueno, la ex de Paquirrín, con su nueva
pareja, y debajo el siguiente comentario: “La pareja no se esconde y grita a los cuatro vientos en las
redes sociales lo bien que está el uno al lado del otro”. ¡A quién narices le
importa eso! Por las redes sociales nos enteramos de que al bebé de fulano y
zutana le ha salido un grano en el culo, que Shakira y Piqué se quieren a
rabiar y que la depiladora de la Pantoja se llama Marifé. Yo abrí una cuenta de
caralibro y otra de pío, pío (Twitter).
Y también escribí dos o tres chorradas, hasta que me di cuenta de que era una
pérdida de tiempo. Me pasa con eso lo mismo que con los móviles, otro invento
cojonudo que se utiliza con frecuencia para gilipolleces. No soporto estar con
una persona que mientras habla conmigo está whatsappeando o esemeseando.
Si eso sucede, me levanto y me voy.
Evaristo Torres Olivas
1 comentario:
Pues yo, en general, no me levanto y me voy: depende de con quién esté y otras circunstancias. Pero eso sí, estoy hartx del dichoso "What's up?" (que si no equivoco es como se escribe en inglés la pregunta) y del internet en los móviles... pues es muy triste ver a tanta gente durante tanto tiempo estar todo el día con la vista clavada en la p-ta pantallita.
Me recuerda a cuando pasas un domingo por delante de un bar: en todos ves decenas de personas hipnotizadas por el fútbol.
Triste, sí, y muy preocupante.
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