Hoy todo se disfraza para sacarnos las perras. En los
restaurantes, por ejemplo. Si en una carta figuran platos con nombres de toda
la vida, probablemente no te darán el sablazo. Escabeche con pimientos o lomo
con patatas a lo pobre. Todo lo que sea
sopa de, patatas con, vino de la casa y
fruta del tiempo puede esperarse que tenga un precio razonable. Pero hay que
huir a toda pastilla cuando en una carta veamos palabras como culís, reducción,
timbal, tapenade, suflado, envoltini, vitelotte, emulsión,
viruta, cristal de limón y otras chorradas que se han inventado para vendernos
pesetas a duro. En esos sitios nos matan de hambre a precios exorbitantes. Si en el bar de mi pueblo, dos huevos fritos
con tajadicas , pan y vino no te
costarán más de seis euros, en otros sitios te pueden soplar treinta
ofreciéndote huevo de corral y sal de jamón ibérico maridado con vino del
abuelo, que no es otra cosa que un huevo igual que el de mi pueblo, con dos
granos de sal colorada y un vaso de vino peor que el que sirven en el bar de mi
pueblo. No es que me oponga a la creatividad y a echarle un poco de imaginación
para hacer que los platos sean más atractivos. Tal vez nuestros jugos gástricos
y nuestra salivación se activen antes si nos ofrecen un milhojas de ceps y
jamón de Teruel sobre tibio de algas y polvo de morcilla, que si nos ofrecen
morcilla frita con patatas, pero lo que no es de recibo es que el primer plato
cueste siete veces más que el segundo. Y lo que tampoco es admisible es que,
generalmente, la longitud del nombre del
plato esté en proporción inversa a la cantidad de alimento que te ponen en el
plato: a mayor longitud, menos comida. La estupidez llega a grados
inimaginables: hace unos años, al preguntarle a una compañera de trabajo por el
restaurante de su novio, ésta me corrigió diciendo que lo de su novio no era un
restaurante, sino un concepto. Y en ese
concepto, lo que en una casa de comidas te sale por diez euros, allí te cobran
cien. La misma proporción que si quien te corta el pelo es un peluquero o un
estilista.
Evaristo Torres Olivas
Según el nombre que le pongan a este plato, podrán cobrar entre uno y cincuenta euros
2 comentarios:
Noventa euros de diferencia: ¡Ahí está el concepto!
Por si misma, la innovación en la cocina es algo bueno; pero en las escuelas de hostelería y de cocina les enseñan a hacer buenas presentaciones, a renombrar platos, a variar algo para poder llamarlo de otra manera... con el único objetivo de aumentar (subjetiva y supuestamente) el valor del plato y ganar más dinero.
Al final, en esta sociedad, cuando te pones a analizar algo, descubres que en el 99% de las ocasiones el objetivo era ganar dinero o ganar más dinero. Cualquier otra consideración se la pasan por el forro... al menos la mayoría de la gente.
Friture olivada de couille de poule de corral levemente apuntillado al aceite de oliva virgen extra del Bajo Aragón sobre fondo de rosas de azafrán de Monreal del Campo: 33 €;
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