“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 9 de mayo de 2011

La humillación

Hace unas semanas, en una cena de amigos, hablamos de de la posguerra española. Uno de los asistentes, ya mayor, nos contaba que cuando de crío su madre le preparaba la merienda, le decía que se lo comiera en casa y no saliera a la calle. Pertenecía este amigo a una familia que no nadaba en la abundancia pero que no era tan pobre como la mayoría de la gente del pueblo. Lo que la madre de mi amigo pretendía era no humillar a las demás familias que no tenían un trozo de pan para darles a sus hijos. Todo lo contrario de que ha sucedido con el bodorrio de la Kate y el William. A los ricos no les basta con ser ricos. Les gusta refrotar su riqueza por los morros. Les encanta  zamparse el bocadillo en la calle para que todos los veamos. Disfrutan humillando al pueblo, a los que consideran sus súbditos. Ocho mil lacayos de todo el mundo, que se hacen llamar periodistas, han ido a Londres para difundir por todo el mundo el glamour de los que mean colonia y cagan perdices. De aquellos que con nuestros impuestos viven en palacios, tienen sirvientes, no repiten traje en ninguna aparición pública, alimentan a sus gatos con caviar que sabe a ratón que ha sido alimentado con el mejor queso , nunca llevan dinero en el bolsillo porque les invitan en todas partes, presiden, inauguran, representan y otras actividades para las que lo único que se necesita es que los lleven en un cochazo, los sienten en un butacón y como mucho les hagan leer unas líneas que no han escrito ellos. También posan unos segundos, justo el tiempo que se tarda en  tomar una foto,  acariciando negritos, visitando enfermos o besando a los familiares de las víctimas de un acto terrorista. No pagan impuestos, no declaran su patrimonio pero sí lo exhiben con ostentación. Tienen residencias de verano, de invierno, de mar, de montaña, en su país y en otras partes. No pagan multas, no hacen cola, no pagan a la Seguridad Social pero sí son atendidos por los mejores especialistas. Al contrario de la madre de mi amigo, la de esta gente les diría que salieran a la calle con un  bocadillo enorme. Aunque no tuvieran hambre. Sólo por humillar a los muertos de hambre.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, pero no sólo por humillar. Lo pero es que lo pueden hacer sin contestación social.
Para llegar a ello, primero hay que eliminar la estúpida admiración del pobre, porque esa es gorda: ¡a cuanta gente les gustaría estar en su lugar!
¡los admiran!, ¡los envidian!

Si vas por la calle y te arrancan del brazo el bolso te indignas y le llamas ladrón, pero al que roba mucho a través de los presupuestos de cualquier estado se le tiene en un pedestal.

Todos los gobernantes, nominales, ejerciendo y ocultos, son ladrones, sin excepción.