La lectura de la tribuna—Religiosidad, Diario de Teruel, 1 de junio—de don Jesús Sancho Bielsa, me ha producido miedo, mucho miedo. Acojone. No porque don Jesús sea creyente, opción tan legítima y respetable como cualquier otra, sino por el desprecio que muestra hacia los que no piensan como él. Me inspira el mismo terror—sí, terror—que los curas de mi infancia. Idéntico discurso: la única verdad, la suya. El mal reside en “la masonería, el racionalismo, el laicismo, escepticismo e indiferentismo, junto con el materialismo”. Y ésta, su verdad, es “inequívoca, innegable e irrevocable”. No creer es una actitud de “abandono descarado e insolente de la relación con Dios”. Añade más adelante que “la irreligiosidad es degeneración”. Los únicos científicos de verdad son los que creen en Dios. Los demás son “propaganda ideológica y pagada. Granjeros de la ciencia”. Cita como grandes hombres de ciencia a Werner von Braun y a Albert Einstein, sin informar de que el Dios de Einstein nada tiene que ver con la burra que nos quiere vender don Jesús. Yo también creo en el Dios de Einstein pero no en el del señor Sancho. Y en cuanto al inventor de cohetes von Braun, es tal vez uno de los científicos de trayectoria más oscura de la ciencia moderna: colaborador nazi, investigador en laboratorios y fábricas en los que se utilizaban obreros esclavizados; diseñador de cohetes cargados de explosivos. En fin, un santo. Causa pavor que todas estas cosas las diga una persona que firma la tribuna como “Catedrático universitario jubilado. Foro Independiente de Opinión”. Un catedrático debe estar abierto a otras opiniones, a otras creencias. Debe ser un defensor del rigor. Y difícilmente se puede ser independiente cuando se ha estado vinculado, como es el caso de don Jesús, a la Universidad de Navarra, una obra del apostolado corporativo del Opus Dei, fundada por Escrivá de Balaguer. Lo único bueno de su tribuna ha sido leer que ya está jubilado. Le deseo a don Jesús larga vida y que su Dios, si es que existe, le perdone su soberbia, su intolerancia y su desprecio a todo aquel que no piensa como él. Amén. Que la paz sea con usted.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 6/6/2010
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6 comentarios:
Incondicionalmente de acuerdo con todo lo que has expresado
Del artículo que comentas me indigna especialmente el que dice que para ser creyente:
"Se requiere únicamente ser normal, tener la racionalidad normal, gozar de un corazón sano, y un poco de cultura".
Un auténtico insulto, ¿no?
Resulta que los que no gozamos de ese don gratuito de Dios, llamado fe, además somos anormales, irracionales, de corazón insano y analfabetos...
Muy buena la contestación a la tribuna del Señor Jesús, al que considero no muy inteligente, ya que no se da cuenta de que con exposiciones como esa, no hace más que ayudar a que disminuya el número de sus parroquianos.
Saludos.
felicidades es lo mejor que se puede leer en las columnas de diario de teruel.
menos mal que existes tu evaristo, si no tendrias que inventarte.
Estos del “foro independiente de opinión” a los que Diario de Teruel les ha dado una tribuna son la caña. Hace días una señora que pertenecía a esta cosa escribía algo sobre los inmigrantes y el abuso que hacían de la sanidad, ahora este espécimen nos obsequia con esto. Mención especial, aunque no se lleve premio ni sea de este foro, a D. Javier Arnal, que en otra tribuna echaba la culpa a los masones de la publicidad exagerada en contra de la Iglesia por los casos de curas tocaculos, ¡Para enmarcar!. Evaristo, me sorprende que no le hayas hecho un apaloseco a D. Javier, porque te lo puso a güevo.
Angel
Sí escribí una columna sobre la tribuna de Javier Arnal. Todavía no la han publicado: solo publican viernes, sábado y domingo y yo les envío muchos más textos. Esta es la columna que escribí.
Vergüenza
No puede ser. No es verdad. Es increíble. Cinco veces he leído la tribuna de don Javier Arnal, publicada en el Diario de Teruel el día 9 de mayo. Es imposible que una persona que se autodefine como periodista pueda escribir esas cosas. Que intervengan la Asociación de la Prensa y los Colegios de Periodistas. Que desmientan que este señor es periodista, que defiendan la dignidad de los periodistas y que desenmascaren a los intrusos. Un periodista puede ser de izquierdas, de derechas o de medio centro. Puede opinar, criticar. Lo que no es tolerable es que manipule, difame, siembre rumores sin prueba ninguna. Un periodista se informa, investiga, contrasta fuentes, entrevista a testigos y después puede opinar, incluso equivocarse, pero siempre desde la honestidad y el rigor. El señor Arnal, en su artículo, arremete contra la masonería, contra Zapatero, contra el PSOE. Extiende rumores de conspiraciones secretas. Sin ningún tipo de prueba, citando a fuentes tan de fiar como Ricardo de la Cierva o César Vidal. Es vergonzoso que personas como el señor Arnal, que ya ha pasado de los cincuenta, que se supone que tiene cierta formación, puedan escribir sandeces de tal calibre. Y no son sandeces porque critique a la masonería, que puede criticarse, como lo puede ser el Opus Dei o la Iglesia Católica, organizaciones a las que él pertenece. Las sandeces se producen cuando los argumentos utilizados son absurdos, simplistas, cuyo único fin es intoxicar a los ciudadanos. Recurre el señor Arnal a las mismas patrañas y falsedades que el dictador Franco cuando a todas horas nos bombardeaba con que la culpa de todos los males de España la tenían los masones y los rojos. Ser de derechas es una opción respetable. Lo que no es respetable es atacar a los que no piensan como uno con falsedades y opiniones de historiadores de medio pelo, que carecen de cualquier prestigio o reconocimiento académico. El señor Arnal puede hablar y criticar a la masonería si así lo cree, pero que lo haga con rigor, con datos, con documentos y no desde los prejuicios, la insidia y el odio. Dice el Papa en Portugal: “Las grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de ella". Opina Arnal: “Se ha desatado una campaña contra la Iglesia; los masones la están dirigiendo”. Más papista que el Papa. Una vergüenza para toda una profesión: la de periodista.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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