“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 2 de mayo de 2010

El gorro

Recuerdo que hace unos años, visitando la catedral de Colonia, dos energúmenos vestidos con sotana, llamaban la atención a todos los visitantes que entraban con gorra, sombrero o cualquier otra prenda que cubriera su cabeza. Incluso llegaban a quitarla de un manotazo si el visitante era sordo o no se había enterado de las advertencias de los guardianes del templo. En la puta mili, había que descubrirse para saludar a la bandera y cuando se entraba en un recinto cubierto. Sin embargo, en la Facultad, dos monjicas con toca se sentaban todos los días en el aula sin que nadie les dijera nada. En la tele, estamos acostumbrados a ver a famosillos que  responden a entrevistas con su gorro y sus gafas de sol que no se quitan ni para dormir. Juan no sé qué, del conjunto Amaral, va siempre con una gorra horrible, no se sabe si para disimular su calvicie o porque nació con ella puesta. Fernando Alonso o Alberto Contador van a todas partes con los casquetes encasquetados para publicitar las marcas que les sueltan viruta.

¿Y a qué viene tanto romance? Pues a que no tengo claro lo del hiyab ese de la niña Najwa. Por una parte, si no me molestaban las monjas con sus tocas, tampoco debería molestarme el velo islámico. Si el de Amaral o el Sabina se ponen el gorro que quieren, ¿por qué no lo puede hacer una mujer musulmana? Por otra parte, si los curas de la catedral de Colonia te pueden quitar la gorra de un guantazo si es preciso, y los mílites pueden decidir cuándo se va con gorro y cuándo no, ¿por qué no ha de poder hacer lo mismo un colegio?

Total, que tengo dudas. Por un lado, me joden las normas impuestas por curas, militares o consejos escolares, sobre cómo debo vestir. Por otro lado, la libertad hace que algunos decidan presentarse en público con un burka, un traje de apicultor o en pelota picada. Intentando buscar un punto de encuentro entre los partidarios de la libertad absoluta y aquellos que todo lo quieren normativizar y reglamentar, se me ocurre uno consejo que tal vez pudiera ser aceptado por unos y por otros: que en público, además de lavado y peinado, uno debe presentarse con la cara descubierta y el culo tapado.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 2/5/2010

3 comentarios:

S. Royo dijo...

Yo con esta matraca del pañuelo estoy hecho un gurruño. Intervienen demasiadas variables y mi sesera no da para tanto: tradiciones, religión, machismo, espacio público, espacio privado, mayoría de edad, la estética, etc, etc, y hasta las dimensiones de la prenda. El Ministro de Educación queda de maravilla diciendo que debe prevalecer el derecho a la educación, pero no resuelve nada. Y el de Justicia dice que se debe abordar la regulación del uso del pañuelo; cojonudo.

Tras muchos devaneos llego a una conclusión; lo malo es que es una pregunta: ¿puede una persona en ejercicio de su libertad individual decidir ser esclavo?

No resuelvo nada pero yo no cobro por ello, como los ministros.

Eto dijo...

Tengo las mismas dudas que usted. Además, los problemas del puñetero gorro siempre se plantean con mujeres musulmanas, nunca con hombres musulmanes, lo que da mucho que pensar sobre la libertad de elegir.

Luis Antonio dijo...

Yo, dada mi indeseada y prominente tonsura, acostumbro a llevar gorra de visera, pero siempre me descubro al entrar en cualquier sitio cubierto. Me parece que es lo que procede, pero tampoco lo tengo claro.

Respecto al tema del "gorro", complejo sin lugar a dudas, alimento parecidas dudas a las tuyas.

Un cordial saludo, paisano