Si uno se fija bien, los partidos políticos y la Iglesia tienen mucho en común. Ambos pretenden conducir el rebaño y lo que hacen es servirse del rebaño. Tanto las iglesias como los partidos quieren jugar en la liga de la democracia pero no aplican las reglas de la democracia en su funcionamiento interno. La Iglesia, cada vez que asistimos a sus celebraciones, nos calienta la cabeza con sus sermones, parábolas y lecturas de las cartas del apóstol san Pablo a los corintios. Los curas de los partidos nos picotean los sesos con sus soflamas, cacareos y rebuznos. Para la Iglesia, el enemigo es el Diablo; para los partidos, el diablo es Rajoy o Zapatero. Nos toman por tontos, lelos o subnormales. Cuando alguien expresa algo de su cosecha está emitiendo una opinión; cuando repite palabra por palabra lo que dice el breviario, está haciendo propaganda. Tanto los partidos como las iglesias se nutren de fieles que obedecen las consignas contenidas en sus libros gordos. De tanto repetirlas los propagandistas, se incrustan en nuestros cerebros y las reproducimos como idiotas sin pararnos a pensar que lo que dicen es, la mayoría de las veces, incomprensible, fruto de la ciencia de lo infinitamente absurdo, como llamaba el anarquista Proudhon a la teología. Basta que alguien diga Dios para que nosotros respondamos que es uno y trino. Basta que se diga Zapatero o Rajoy para que sus fieles automáticamente respondan: Dios. No importa que tanto la Iglesia como los partidos tengan un historial vergonzoso, lleno de traiciones, corrupciones y otras aberraciones. Saben que el secreto no está en lo que hacen sino en lo que dicen que hacen. Para que no aflore la verdad, la enrunan con toneladas de mentiras; movilizan a sus tropas, compuestas de necios y pícaros, aprovechados y vividores. No estaría mal que los ciudadanos decidiéramos cambiar de religión y de partido. A partir de hoy voy a repetir una plegaria que, a fuerza de repetirla, espero se cumpla: ojalá que la Iglesia deje de meter las narices en asuntos que no le incumben y ojalá que los dos partidos que llevan ganando las elecciones en las últimas décadas, pierdan las próximas. A ver si es verdad que la fe mueve montañas.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 27/3/2010
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3 comentarios:
En efecto, como borregos. Fíjese usted en los artículos de hoy del Diario: "clásicos" como Guillén y Arnal, "nuevos valores" como Franco y Palomares (joder, vaya unión de dos apellidos). En todos ellos, propaganda, para que el lector comulgue con ellos. Se les da demasiada cancha. Y, mientras, temas más cercanos y más importantes, en el tintero. Así nos va.
¡Ojalá se cumpla eso último que dices! Qúe felicidad que el PSOE y el PP se fueran al carajo, no porque los demás sean unos angelitos (todavía no han tocado suficiente poder para ser absolutamente corruptos,ya se sabe, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente).Ahora hay algunas siglas nuevas que son incógnitas, tienen la única virtud de salirse de esta axfixiante "corrección política".
La única esperanza para que la forma de hacer política cambie es que los dos elefantes tropiezen y caigan, arrastrando en su caida a la vieja guardia corrupta e ineficaz y nueva gente pueda acceder al núcleo de la cosa y regenerarlo. Sino es así tendremos que seguir con lo malo y lo peor (aquí cada cual ,según sus ideas ,decide quién es el malo y quién el peor).
ARB
Menudo libro el de Proudhon que daban con el Público!!!
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