Señor notario, hay algo que me quema, que me corroe por dentro. Me queda poco de vida y no quiero irme al otro barrio sin saldar mis cuentas en este mundo. Sé que no debiera haberlo hecho. Me arrepiento. Es cierto que cuando empecé, apenas tenía quince años. Ya sabe, la inmadurez, el sórdido ambiente en un pueblecito pequeño, durante mis años de adolescencia. No, no quiero justificar nada; al llegar a la mayoría de edad podría haber cesado en la práctica de tales perversiones. No lo hice. Muy al contrario, al trasladarme a Teruel para proseguir mis estudios, mi vicio no hizo más que aumentar. Ya no me bastaba con una vez a la semana sino que caía en las garras del mal todas las noches. Sin pensar en las consecuencias. Señor notario, no quiero entretenerle más. He venido para hacer testamento, quiero reparar, aunque sea tarde, todo el daño que he hecho. Dejo todas mis fincas, mis empresas, mi pinacoteca, mis cuadras de caballos, mis bodegas, a los cientos de hijos que haya podido tener con todas las actrices con las que me he acostado, en sueños, durante los últimos sesenta años. Le cuento: a los quince años fornicaba en sueños todas las noches con Brigitte Bardot. Más tarde dejé a Brigitte y la cambié por Ursula Andress cuando la vi en una película del agente 007, James Bond contra el doctor No. Tampoco me duró mucho porque al tiempo empecé a llevarme al tálamo de los sueños a Natalie Wood y a Sofía Loren. Le fui fiel durante dos meses a Claudia Cardinale y una semana a Lauren Bacall. Con Ava Gardner soñé dos noches, después de que abandonara a Frank Sinatra y antes de liarse con el torero Luis Miguel Dominguín. No le entretengo más, señor notario; sé que es usted un hombre muy ocupado. Solamente quiero que dé fe de que me he acostado en sueños con todas las grandes actrices, desde la A de Ángela Molina hasta la Z de Zsa Zsa Gabor. Con la única que no pequé fue con Lola Gaos. Estoy dispuesto a someterme a todas las pruebas de ADN que sean necesarias. Hasta hoy, no había tenido la valentía para reconocerlo ni de cumplir con mi deber de padre. Con razón decían los curas que el cine era un invento diabólico.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 4/9/2009
2 comentarios:
¡Qué suerte!, en mi pueblo no había cine, solo se veía la tele, la Primera y para de contar; Si, Lola Gaos salía mucho..., Rafaela Aparicio también...
me gusta su blog
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