De niño ya soñaba con ser policía. Desgraciadamente, ni los Cornflakes, ni los Petits Suisses, ni las toneladas de vitaminas con las que le atiborraba su madre, lograron que creciera a lo alto, porque a lo ancho sí se expandió. Cosas de la genética. Llegado el momento de elegir profesión, tuvo muy claro que quería ser policía. Pero le faltaron quince centímetros para ingresar en la Academia. Optó entonces por hacerse ladrón, que es como ser policía pero al revés; dos gremios muy relacionados y que se necesitan mutuamente. Porque ya me dirán ustedes qué hace un policía sin ladrones. Nada. Se extinguiría la profesión y los agentes deberían reconvertirse a bomberos o a especialistas en tiro al plato. ¿Y el ladrón? ¿Qué sería un ladrón sin la subida de adrenalina que le produce la persecución policial? Sus neuronas se atrofiarían por falta de uso al no tener que pensar en la forma de burlar las trampas que le tiende la policía. Un buen ladrón es un estratega. Y un buen estratega no nace, se hace practicando, es decir, robando. Empezó como se empieza en todas las profesiones, con asuntos de poca monta: una bolsa de caramelos en el Spar de su pueblo, una cassette de El Fary en una gasolinera, una camiseta Fruit of the Loom en el mercadillo callejero de los jueves. Más tarde se asoció con una banda de ladrones de varias nacionalidades que operaban en las áreas de descanso de las autopistas, aligerando de peso los maleteros de los coches de los turistas. No era un golfo derrochador, no. Ahorró y se montó su propia empresa de sustracción, dedicada a la logística; consistía en el robo, carga y transporte, por la noche, de corderos, desde las masadas a los locales de una red clandestina de mataderos. Llegó a tener diez empleados y tres furgonetas IVECO perfectamente acondicionadas. Durante una crisis de vocación, ejerció de chófer de un hermano que era político y gozaba del privilegio de contratar a sus familiares como empleados de confianza de libre designación. Ahora, ya jubilado, goza de la tranquilidad que da el deber cumplido. No quería que se extinguiera la muy noble profesión de policía, su vocación frustrada por no dar la talla. Se hizo un buen ladrón para que tuviésemos una buena policía. Lo consiguió. Un patriota.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 5/9/2009
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