“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 6 de septiembre de 2009

¿Son odiosas las comparaciones?

Con frecuencia, para resaltar una característica o una cualidad de algo, lo mejor es ponerla al lado de su opuesta. Los publicitarios saben mucho de esto y cuando quieren mostrarnos lo bien que lava el detergente Equis, nos muestran una prenda impoluta lavada con Equis y otra llena de mugre, lavada con Zeta. O los anuncios esos del antes y el después de un tratamiento capilar, anti arrugas o de retoque de napias y mofletes. La yuxtaposición de contrarios multiplica el efecto que se quiere resaltar. Las comparaciones son muy didácticas y en nuestra infancia los buenos profesores nos ponían ejemplos para hacernos una idea de una magnitud que de otra manera nos resultaba difícil de imaginar. Cuando se nos decía que en la ciudad de Magdeburgo, Otto von Guericke demostró que se necesitaban dos tiros de ocho caballos cada uno para separar dos hemisferios de 50 centímetros juntados y haciendo el vacío en el interior, nos dábamos perfecta cuenta de la fuerza necesaria para separarlos.
Ese mismo efecto didáctico consiguió, tal vez sin pretenderlo, la edición digital de un diario de hace unos días. Uno de los titulares informa de que “Seis de cada diez trabajadores en España son 'mileuristas'”; el otro de que “El príncipe de Inglaterra y su novia han alquilado una villa con playa privada por 2.300 euros la noche”. Estas dos noticias, leídas por separado en días distintos, no nos llamarían tanto la atención. Pero si las ponemos juntas, el efecto es demoledor. Un joven heredero, sin otro mérito que tener la sangre azul, funde en una sola noche y sólo para dormir, lo mismo que ganan en dos meses más de la mitad de los españoles. Y eso sucede en una de las democracias más antiguas de la Europa moderna. Afortunadamente, nuestra Monarquía es mucho más austera. Aunque ningún periódico ni telediario diga lo que cuesta la noche de hotel de nuestra familia real, todos sabemos que se alojan en hoteles baratos y pensiones modestas que les hacen descuento por familia numerosa. Y que se le caiga una pierna a mi mejor enemigo si no es cierto que consumen el menú del día para ahorrar unos euros en periodo de crisis.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 6/9/2009

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