“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 16 de agosto de 2009

Plumas como cuchillos

En más de una ocasión he expresado mi admiración por el gran periodista de Cuenca, Raúl del Pozo. ¡Qué bueno es el cabrón! Domina el lenguaje canalla como pocos. Disecciona la actualidad con navajazos de tinta. Sus puñaladas traperas producen grandes desgarrones en sus víctimas. Y antes de guardarse la chaira en la faja, limpia los restos de sangre sobre la camisa de la víctima. Es un profesional, el hijoputa.
En una de sus columnas de estos días, dice, y cito de memoria, que ni ceja ni oreja, que en las próximas elecciones europeas no nos dejemos embelecar por los zánganos del partido del gobierno ni por los de la oposición. Y añade: que los voten sus finados. Con dos cojones y rabo.
El de Cuenca, que se autodefine como burlanga, lleva en las tripas y en el cerebro la sustancia del idioma, aprendido en la madrasa de la Serranía de Cuenca. Es un tipo tierno con los débiles y desfavorecidos, a los que acuna con una suave prosa de algodón que suena a nana. Y es un asesino en serie de los imbéciles y aprovechados, a los que degüella en los papeles con su fino estilete mojado en hiel de rotativa.
En este país de analfabetos metidos a políticos, que toman a los ciudadanos por un hatajo de ganado, se necesitan periodistas con instinto depredador para hacer justicia, para que unos zoquetes de medio pelo no usen a la ciudadanía como papel higiénico o canto rodado para limpiarse el culo. No necesitamos a cejas ni a orejas ni a otros vividores del cuento que prefieren la estética cutre a la ética, a esa gente que se toma las instituciones públicas como cortijos privados en los que enchufan a la parentela para que mamen de la teta pública. Ya que la propia administración, con sus tribunales de cuentas, sus fiscalías anticorrupción, no da abasto para controlar los desmanes de esta casta de ineptos de mano larga y frente estrecha, se agradece que haya plumas como las de Raúl del Pozo para levantar acta y dejar constancia en los papeles de que en este país hubo un tiempo en que a los burros los hacían ministros y la ceja y la oreja sustituían al cerebro.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 16/8/2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes Sr. Evaristo.
El Sr. Raúl de Cuenca, sera muy bueno y relamente lo es, pero su frescura,ironia y tocar los temas cercanos a la ciudad y su provincia, yo le prefiero a Usted.
Le repito siga usted así y no nos falte que llevamos unos días sin leerle.
Una lectora.

Trallero dijo...

La pena es que muchos periodistas de este país, solo usan el instinto depredador con las actuaciones del contrario ideológico o mediático (que últimamente viene a ser lo mismo). No hay periodistas libres, están atados por su línea editorial y a su complacida panza; no denuncian lo que puede perjudicar a su periódico, tele, radio, partido afín, etc.

Por eso, Sr. Evaristo, leer sus "Palos Secos", verle repartir a diestro y a siniestro ejerce de tónico reparador ante tanta mezquindad interesada. En este mundillo lleno de lameculos y tiravelitas, dónde opinantes de los más rastrero intentan comernos el tarro como si fuéramos grey, sus artículos son como abrir una ventana de frente al cierzo