“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 30 de agosto de 2009

Arola

Hay mentes privilegiadas. Tienen el don de captar la atención y llenar páginas de periódicos y televisiones contando chorradas. Una de ellas es la del cocinero Sergi Arola. En una entrevista, la periodista le comenta que no todo el mundo puede ir a El Bulli de Adrià o cenar en el Arola. Y el genio contesta con unas palabras que merecerían figurar en letras de oro o talladas en mármol en algún monumento que se erija para recordarles a las generaciones futuras la enorme contribución de hombres como Arola a la Historia del pensamiento universal. Dice el iluminado que el precio de su restaurante de Madrid “es el que es. No diré que es barato, pero tampoco caro. Yo siempre digo que hay restaurantes asequibles y otros que no lo son”. Para llegar a esas conclusiones se necesitan años y años de estudio y experiencia. Esas palabras nunca las podría pronunciar un cocinero de tres al cuarto de un chiringuito de playa, de esos que preparan paellas que perfectamente se podrían utilizar como mortero para pegar ladrillos en las urbanizaciones promovidas por ayuntamientos corruptos, con ediles discípulos del gran Jesús Gil, que en gloria esté. Lo de Arola es otra cosa. Es “cocina de texturas, creatividad, imaginación, técnica... todo un mundo culinario vanguardista de moda”. Arola es tan grande que incluso nos ofrece en su carta de La Broche de Madrid una “falsa tapioca de lucio, anguila ahumada, helado y cabello de ángel y remolacha” que cuesta un huevo. Claro que el cliente astuto siempre tiene la opción de pagarle con euros tan falsos como su tapioca o con billetes del Monopoly. Entre pillos anda el juego. A los genios todo les está permitido. Es tan grande su talento que las chorradas que dice no hay que tomarlas literalmente. Aunque lo parezca, Sergi Arola no es un tonto del haba—planta herbácea, anual, de la familia de las Papilionáceas, con tallo erguido, de un metro aproximadamente, ramoso y algo estriado—aunque uno de sus platos favoritos sea los caracoles con patatas y habas con alioli de menta. Está bien que promocionemos nuestra gastronomía, pero para no decir nada en muchas palabras ya tenemos a nuestros políticos.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 30/8/2009

1 comentario:

Trallero dijo...

Si yo tuviera un restaurante, que nunca lo tendré, donde la gente se diera de tortas, codazos y zancadillas por sentarse a la mesa ante una urdimbre de sardina, unas mollejas de pollo con espuma de rábano picante o unas piruletas de brie, todo ello acompañado de un vino granizado o volatilizado, y luego se lo zamparán, mejor dicho lo saborearan dejándose algo de comidita en la esquinita del platito, pagándome por ello la fortuna que quisiese pedir, ante un pregunta así de un periodista es muy posible que le respondiese lo mismo. ¿Qué le iba a responder el cocinero?, ¿qué de ahora en adelante se iba ha hacer el harakiri y qué se dedicaría a los comedores sociales? Hay cocineros para todo. Y clientes para todo.