La mujer verde y el hombre rojo pasean por el parque con su hijo amarillo. En el estanque se encuentran con el hombre que escribe relatos y con su novia que los critica. En ese momento, pasan el chico que dejó la carrera en tercero y su perro al que no le gusta el vecino. A las cinco, los sindicatos han convocado una manifestación para protestar por la baja afiliación a los sindicatos. Se espera que asista muy poca gente, por lo que los policías han salido a la calle sin porra. Cuando yo llego, me pongo a jugar al fútbol con el niño amarillo. El chico que dejó la carrera en tercero y su perro al que no le gusta el vecino, hacen de equipo contrario. Un policía sin porra se ofrece para arbitrar. El hombre que escribe relatos hace una crónica del partido y su novia la crítica. La mujer verde y el hombre rojo hacen de espectadores. Tras el partido, nos afiliamos todos a los sindicatos.
Al llegar a la casa grande, me subo en el ascensor pequeño hasta el piso del centro. Por el oscuro pasillo estrecho llego a mi amplio piso soleado. Me tomo una ducha fría y me como un perrito caliente. Me llama Ricardo, mi amigo fiel, para contarme que Susana, su esposa, le es infiel. Por la radio me entero de que baja la bolsa y sube el desempleo. El precio de los pisos sigue estando por las nubes y el de los salarios por los suelos.
Me pongo la camisa roja, el pantalón azul y los zapatos marrones. Me tomo un café negro. Miro por la ventana: cielo gris. Me pongo la gabardina beige. Paro a un taxi blanco hasta el puerto. Me espera Violeta. Con las tarjetas verdes subimos al submarino amarillo.
Cenamos en el restaurante de la plaza con la mujer verde, el hombre rojo y su hijo amarillo. A los postres se unen el hombre que escribe relatos y su novia que los critica. Echamos de menos al chico que dejó la carrera en tercero y a su perro. Acabamos la noche en mi casa. Yo me quito la camisa roja, el pantalón azul y los zapatos marrones y me pongo una ropa más cómoda. Cuando se marchan los invitados, me quedo a solas con Violeta. Miro por la ventana. Sigue lloviendo.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Al llegar a la casa grande, me subo en el ascensor pequeño hasta el piso del centro. Por el oscuro pasillo estrecho llego a mi amplio piso soleado. Me tomo una ducha fría y me como un perrito caliente. Me llama Ricardo, mi amigo fiel, para contarme que Susana, su esposa, le es infiel. Por la radio me entero de que baja la bolsa y sube el desempleo. El precio de los pisos sigue estando por las nubes y el de los salarios por los suelos.
Me pongo la camisa roja, el pantalón azul y los zapatos marrones. Me tomo un café negro. Miro por la ventana: cielo gris. Me pongo la gabardina beige. Paro a un taxi blanco hasta el puerto. Me espera Violeta. Con las tarjetas verdes subimos al submarino amarillo.
Cenamos en el restaurante de la plaza con la mujer verde, el hombre rojo y su hijo amarillo. A los postres se unen el hombre que escribe relatos y su novia que los critica. Echamos de menos al chico que dejó la carrera en tercero y a su perro. Acabamos la noche en mi casa. Yo me quito la camisa roja, el pantalón azul y los zapatos marrones y me pongo una ropa más cómoda. Cuando se marchan los invitados, me quedo a solas con Violeta. Miro por la ventana. Sigue lloviendo.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 29/8/2009
1 comentario:
Un artículo con mucho colorido.No sé si gustará. ¡Para gustos están los colores! Tu preferido es el Violeta.
Saludos
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