Para dedicarse a una profesión, se necesitan aptitudes, conocimientos y experiencia. Eso es aplicable a cualquier profesión excepto para el ejercicio de la política. En política se puede ser alcalde, presidente de una comarca o una diputación, diputado o ministro sin tener ni estudios o experiencia o ninguno de los dos. Nuestros políticos deberían tener al menos educación, la que define nuestro ilustre historiador turolense Julián Casanova: “La educación significa el desarrollo integral de los individuos más allá de la preparación profesional: hablar y escribir con precisión y pensar críticamente”. Son muchos los que no saben hablar ni escribir. Su pensamiento se reduce a que su partido hace lo todo bien y el contrario todo mal. Recurren a fórmulas simplonas y estereotipadas que nada dicen y a nada comprometen: poner en valor, ser un referente, recursos endógenos y dejarse la piel (como las culebras). En resumen: soltar sermones mediocres repletos de lugares comunes. Algunos me acusan de ser elitista y aducen que en una democracia todo el mundo tiene derecho a participar. Estoy de acuerdo, no hay que excluir a nadie siempre que cumpla las exigencias del puesto. Quienes nos hemos dedicado a la gestión de personal sabemos que cualquier puesto de trabajo necesita tener unos conocimientos para solucionar unos problemas bajo un grado de responsabilidad. Y tiene que haber un equilibrio entre esos tres factores. Lo que no puede ser es pescado gordo y que pese poco. No tiene sentido pedir elevados conocimientos para resolver pequeños problemas y con poca responsabilidad. Y a la inversa, bajos conocimientos para resolver problemas complejos y con mucha responsabilidad. La política requiere gente preparada, con experiencia porque debe resolver situaciones muy complejas de mucha responsabilidad. Dejarla en manos de incapaces tiene estas consecuencias: la mejor, que acierten por casualidad, como el burro flautista de Tomás de Iriarte. Las peores, que se equivoquen o que sean otros que no han sido elegidos quienes tomen las decisiones. A una persona formada es más difícil engañarla. A los loros, que solo saben repetir referente, emprendimiento, poner en valor, coyuntura y dejarse la piel (como las culebras) se les manipula sin esfuerzo.
Evaristo Torres Olivas
1 comentario:
Pero falla lo de la responsabilidad, no se les exige ninguna.
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