“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 9 de diciembre de 2021

Como en España, en muchas partes

 Viajar y conocer otros países y otras culturas nos ayuda a apreciar lo nuestro y también a valorar lo bueno que tienen los demás. No me gustan quienes piensan que como en España en ninguna parte ni tampoco los que desprecian todo lo español. No me gusta que se recurra a los tópicos, porque en la mayoría de los casos son falsos: los alemanes son fríos y cuadriculados, los franceses se atiborran de mantequilla y no se lavan, los españoles somos simpáticos y poco trabajadores, los italianos, unos mafiosos y de poco fiar. Tampoco me gusta cuando se recurre a los tópicos en un mismo país: los andaluces muy graciosos pero vagos, los catalanes, agarrados, los aragoneses, cabezones, etc. Todas las generalizaciones y simplificaciones son falsas. Más que un euro de madera. Si algo bueno tienen los programas Erasmus es que ayudan a los jóvenes a conocer otras culturas y a ser más tolerantes. Aunque en algunos casos, parece que no lo aprovechan lo suficiente. Eso he pensado cuando he leído el artículo de opinión de Rubén G. Bielsa publicado en Diario de Teruel el pasado día 5.  Hace afirmaciones que recurren a los lugares comunes de toda la vida: “Qué bien se vive en España y lo poco que se valora hasta que no se sale”. Y pone como ejemplos que sus compañeros de Erasmus en Francia, andaluces, aragoneses y gallegos, echan de menos los sobaos, el jamón de Teruel y la Tarta de Santiago, respectivamente, “inexistentes en Francia”. No se da cuenta de que, en Aragón, a muchos aragoneses, entre los que me encuentro, tanto la Tarta de Santiago gallega como los sobaos andaluces, nos la traen al pairo, lo mismo que a muchos franceses, y tanto a muchos franceses, gallegos y andaluces, nuestro jamón de Teruel tampoco es algo que echen de menos. Pero, por si eso fuera poco, Rubén G. Bielsa, recurre a otro de los tópicos de siempre: que el mundo entero envidia a los españoles. Escribe que “todos los franceses que me hablan sobre sobre España no pueden evitar esbozar una sonrisa; me recalcan nuestro sol, nuestra fiesta…y nuestra gastronomía, relamiéndose los labios". Exactamente lo mismo que cuando yo me acuerdo de las muchas cosas que admiro de los países y comunidades en los que he vivido durante largos períodos: Francia, Canadá, Alemania, Cataluña y Madrid. El chovinismo, lo mismo que la xenofobia, me parecen dos graves errores. A mí me gusta el jamón de Teruel, pero también el champán francés, el codillo alemán y el jarabe de arce canadiense. El pescaíto frito andaluz, el pulpo gallego y la crema catalana.

Evaristo Torres Olivas

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