Moler gordo e hilar fino

La torpeza de don Alberto Izquierdo Vicente, vicepresidente de la Diputación Provincial de Teruel y destacado militante del PAR, produciría risa si no fuera porque lo que cuenta ha afectado y afecta y ha perjudicado y perjudica al interés general y a la gestión de lo común. En su escrito del pasado día 3 de agosto hace historia de lo que ha sido su partido y se ha callado durante mucho tiempo. Reconoce ahora que el PAR ha tenido “momentos del pasado que creo que le han hecho mucho daño a este partido, en los que la valía para ocupar un cargo no se medía por la capacidad de gestión de cada individuo, sino por la sumisión al líder todopoderoso que premiaba o castigaba, según su libre deseo”. Algo que, por otra parte, pensamos muchos, pero no solo de PAR sino también de otros partidos. Ese líder todopoderoso no era otro que don José Ángel Biel, el del clavico del abanico, que el señor Izquierdo ni siquiera cita correctamente y habla del “clavillo del abanico”. Pero cuando mandaba Biel, que además del clavico también utilizaba la expresión “moler gordo”, el señor Izquierdo ya militaba en el PAR y no me consta que criticara públicamente a los que hacían de alfombra del líder. Esos que ahora identifica como “los que han pensado en la política como su medio de vida”, porque es “su única salida laboral”. Finaliza insinuando que, en el pasado, en tiempos de Biel, el “proyecto político se decidía en bodegas, reinos de taifas y coches oficiales”. Habría que recordarle a don Alberto Izquierdo que quien es testigo de la comisión de fechorías y se calla es cómplice. Biel dejó de ser presidente del PAR el 2015 y don Alberto milita en el partido desde el 2002. Si conocía todos esos tejemanejes que ahora denuncia debería haber abandonado el partido y confesar públicamente los motivos. Pero no lo hizo, y ahora que en el PAR corren malos tiempos, el señor Izquierdo ha decidido sacar los trapos sucios, poner el ventilador en marcha, cubrir de porquería a los malos y colocarse él en el lado de los buenos. Quien durante años ha practicado la ley del silencio no puede venir ahora agitando banderas de honradez, buena gestión y servicio al bien común. No cuela.  En vez de moler gordo en el pasado debería haber hilado más fino y no callar como un muerto.

Evaristo Torres Olivas