Estamos acostumbrados a la mediocridad de muchos de nuestros políticos. Su actividad y su capacidad de gestión se limita a decir lo bien que gobierna su partido y lo mal que lo hace el adversario político. En Teruel tenemos una buena muestra de esos, principalmente en el PSOE y el PP. Vicente Guillén y Mayte Pérez en el primero y Manuel Blasco y Carmen Pobo en el segundo. Hombres y mujeres que no destacaron en sus profesiones, si es que las tenían, y que las abandonaron por la política hace muchos años para nunca volver a ellas. Sin ser expertos en nada, sirven para todo: diputados, senadores, presidentes de diputaciones, consejeros de gobiernos. Lo que les echen. Así nos va.
Aunque ya estemos acostumbrados a esa mediocridad, hay
momentos y circunstancias en los que no podemos contener la indignación que nos
producen sus palabras. Es lo que me ha ocurrido al leer el artículo de opinión
de Mayte Pérez, actual consejera de Presidencia y Relaciones Institucionales,
publicado en Diario de Teruel el pasado domingo, 1 de agosto.
Yo llevaba dos meses en Madrid sin leer nuestro periódico,
recuperándome de un desprendimiento de retina. Hace unos días volví de nuevo a
mi pueblo y pude reanudar la lectura de nuestro diario.
En su artículo, la señora Pérez sigue con su demagogia de
siempre, con el palabrerío huero: lo mal que nos iba con Rajoy en el Gobierno
de España y Rudi en el de Aragón y lo bien que funciona todo con los
socialistas en Madrid y en Aragón. Y me
he enfadado, indignado, he gritado y escribo esta carta al director para
desahogarme.
A finales de mayo, cuando al mediodía volvía en coche a mi
pueblo desde Teruel, a la altura de Cella noté una molestia en el ojo. Algún
insecto que se me ha metido, pensé. Acudí al Centro de Salud de Cella. Tras
hacerme unas preguntas, la doctora me remitió a Urgencias de Teruel. Allí me
atendió una doctora y me dijo que volviera al día siguiente porque en el Obispo
Polanco no había oftalmólogo de guardia. A la mañana siguiente me examinó una
oftalmóloga y diagnosticó que se trataba de un desprendimiento de retina. Me
mandaron a hacerme análisis de sangre, una radiografía y alguna otra prueba del
llamado preoperatorio y que acudiera al día siguiente al Servet de Zaragoza. Me
recogió una ambulancia en mi pueblo por la mañana, muy temprano, y junto a
cuatro personas más, además del conductor y su ayudante, todos pegados como
sardinas, con mascarillas, eso sí, llegamos a Zaragoza. Me examinó un
oftalmólogo y me dijo que había que operar. Me hicieron una PCR y programaron
la operación para las 8 30 de la mañana siguiente. Tuve que volver al pueblo,
enlatado en la misma ambulancia con las mismas personas de la ida, con
mascarillas, por si acaso, para al día siguiente, también muy temprano,
recorrer otros 150 kilómetros, junto con otras cuatro personas, todos con
mascarillas y guardando una distancia de seguridad de 15 centímetros. Me
operaron y me dijeron que volviera para la revisión pasadas las primeras 24
horas. Harto de tanta ambulancia, opté por alojarme una noche en un hotel
cercano. Ochenta euros de mi bolsillo. Después del examen, decidí irme a Madrid,
donde viven mis hijas, para recuperarme. Los pasos que tuve que dar para que en
Madrid me hicieran las revisiones los contaré en otro artículo.
Y todo en esta España rural que según cuenta la señora Pérez
“tiene un potencial enorme, pero hay políticos que quieren monopolizar el
debate con el mensaje de que en las áreas rurales vivimos una catástrofe diaria”.
¡Cómo duele que nos gobiernen personas tan mediocres, limitadas e insensatas
como Mayte Pérez Esteban! ¡Qué atrevida es la ignorancia!
Evaristo Torres Olivas
1 comentario:
Qué buenas noticias para empezar el mes de agosto, que ya te vas recuperando y que vuelves a escribir. Un abrazo.
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