Dos diputados por Teruel en el Congreso. Uno del PP, otro del PSOE. Sendos artículos en la misma semana en el Diario de Teruel. Uno el día 4 de agosto y el otro el día 6. ¿Qué dice Herrero? Que su partido, el PP, “es la única alternativa al cambio y a las nefastas políticas de Pedro Sánchez”. ¿Qué dice Sancho? Que con el PSOE en el Gobierno de España y en el de Aragón “las cosas afortunadamente están cambiando para bien”. El Gobierno central, dice Herrero “ha engañado a españoles y turolenses”. Sancho proclama que los dirigentes del PP “intoxican, condicionan y desafían continuamente al Gobierno legítimo”. El trabajo desarrollado por el presidente Sánchez es, para el diputado conservador, “un engaño y una estafa”. El Gobierno de Rajoy, según el socialista Sancho, “era un especialista en aplazar las licitaciones. U olvidarlas”. Siguen más acusaciones sobre quién ha hecho obras y quién las ha paralizado, y es fácil deducir que el malo es siempre el otro.
Ese es el nivel de argumentación de nuestros diputados. A mí
me produce vergüenza y rabia que estemos tan mal representados en Madrid. Ni
una autocrítica, ni un solo matiz. Solo existen dos posibilidades, una buena y
la otra mala. La buena es siempre la de tu partido y la mala, la del otro.
Nosotros buenos, vosotros malos. Nuestro partido eficiente, el tuyo
derrochador. Mi organización está formada por gente honesta, la tuya por
estafadores. Un debate entre escolares de doce años tiene más calidad que el de
Herrero y Sancho, Sancho y Herrero. A ambos les convendría asistir a algún
curso de verano para que les enseñaran a argumentar para informar, formar y
persuadir con honestidad y decencia en lugar de mentir, manipular y adoctrinar
de manera tan burda.
A los lectores les
propongo un ejercicio muy sencillo: consultar los programas electorales de PP y
PSOE. Comprobarán que el grado de cumplimiento de las promesas electorales es
muy similar. Predicar no es dar trigo y el papel lo aguanta todo. Pero a
Herrero eso le trae al fresco. Y a Sancho también. Ande yo caliente y ríase la
gente, piensan.
Evaristo Torres Olivas
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