“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 11 de mayo de 2021

Las mujeres mientras cosían

 Admiro a Irene Vallejo. La conocí leyendo sus columnas en Heraldo de Aragón. Desde entonces he leído todo cuanto ha publicado: la recopilación de sus columnas, las novelas y su magnífico El infinito en un junco. Todos los premios que ha recibido son merecidos. Soy adicto a Irene Vallejo. He escuchado sus discursos muchas veces en internet: el del Día de Aragón, el del 50 aniversario de los hospitales Materno Infantil y de Traumatología. Y uno, Las mujeres en la historia de los libros, que me ha hecho recordar a mi abuela materna. Habla Irene Vallejo de las primeras narradoras de historias, las mujeres mientras cosían. Le llama la atención que haya tantos términos en común entre los textos y los textiles: nudo de una historia, desenlace de la narración, hilo del relato, bordar un discurso, urdir una trama. Mi abuela materna era una mujer que no sabía escribir, pero sí leer y hablar muy bien. Lectora de una única publicación, El Mensajero de San Antonio. La recuerdo, junto a las vecinas, sentadas al carasol. Mientras cosían, remendaban viejas ropas, bordaban o hacían ganchillo, contaban historias maravillosas. Sin haber ido a ninguna escuela de oratoria o de teatro, eran expertas en controlar el tono, el volumen, los silencios. Narradoras magníficas, maestras de la oralidad, peritas en provocar emociones. Siempre me llamó la atención esa capacidad expresiva de las mujeres frente a la parquedad y torpeza de los hombres. Quizás tiene que ver con lo que también explica Irene Vallejo, con la faceta procreadora de las mujeres, que además de parir hijos, dan a luz a las palabras. El parto de la narración. Crear y procrear. No me quiero desenganchar de mi adicción a Irene vallejo. Aunque todo el mérito es suyo y no tiene mucho sentido sentirme orgulloso de algo en lo que no he participado, yo siento orgullo de que sea aragonesa. Embajadora de nuestra tierra.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

nadasdas dijo...

Hola, que bueno, son mujeres cosiendo en la puerta del horno de Noguera de Albarracin, entre ellas mi abuela, mís tias y varias mujeres de mi pueblo