“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 11 de junio de 2020

Bocazas, boceras, bocones y bocachanclas

A los humanos nos gusta colgarnos apelativos, títulos o tratamientos para distinguirnos de los demás. Suelen ser hiperbólicos, absurdos. Un dictador pequeño y de voz aflautada no se conforma con ser simplemente general, sino que reclama el título de Generalísimo. Los reyes quieren que les llamemos Su Majestad y algunos incluso Su Graciosa Majestad, aunque no nos haga ni puñetera gracia lo que hacen o dicen. Para sus hijos, piden el tratamiento de Alteza.  Un cardenal se convierte en Eminencia, aunque no sobresalga en nada o sea un perfecto imbécil. Y siguiendo en el escalafón tenemos Excelencia, Ilustrísima y Señoría hasta llegar al suelo donde se encuentran Manolo o Margarita a secas. Y todo eso en una sociedad en la que se dice que todos somos iguales. Yo creo que todo esto habría que revisarlo, y más en estos momentos en que muchos de los portadores de títulos tan ridículos e hinchados se ven salpicados con escándalos tan grandes como su ego. Entre otras cosas para no tener que decir que Su Alteza es culpable de la Bajeza de robar, que Su Majestad ha cometido la Vulgaridad de cobrar comisiones e ingresarlas en cuentas abiertas en paraísos fiscales, o que su Eminencia es un Miserable por ocultar a docenas de curas pederastas en su diócesis. Pero, además, también habría que revisar otros títulos menos rimbombantes para ajustarlos mejor a la función real que ejercen. Estoy pensando, por ejemplo, en los llamados portavoces de los partidos políticos. De todo el espectro político. Después de escuchar los insultos, las mentiras y las barbaridades que se dicen todos los días en los parlamentos y en las redes sociales, creo que en lugar de portavoces habría que llamarles bocazas, boceras o voceras, bocones, cacareadores, lenguaraces, deslenguados y desbocados. Da lo mismo que se llamen Pablo Echenique, Macarena Olona, Cayetana Álvarez de Toledo o Gabriel Rufián. Son de todo menos eminencias, excelencias, señorías o graciosas majestades. No hacen ninguna gracia. Los bocachanclas.
Evaristo Torres Olivas

No hay comentarios: