Publicado Diario de Teruel 13/05/2020
Pedro Marcos era el
presidente de mi peña de Villarquemado. Peña Palomera. Un ejemplo de lo que
debería ser un presidente, ya sea de un país, de una comunidad de vecinos o de
una agrupación de amigos: hablar poco y hacer mucho. Cuando una vez al año, por
Nochevieja, le pedíamos el discurso de presidencia, en quince segundos lo había
terminado. Capacidad de síntesis se llama eso. Utilizaba siempre la misma
fórmula para templar, mandar y hacerse obedecer: "A ver, candongos,
¿quién...?". Ocupaba ese puesto porque ninguno de los demás lo queríamos:
había que echarle horas, llevar las cuentas y perseguir a los morosos. La peña
llevaba muchos años funcionando cuando yo me incorporé en el año 2006. Y ya era
presidente. No sé si había tenido algún otro. Con Pedro Marcos no habíamos tenido mucho
trato. Yo me fui del pueblo a los seis años y volví a los cincuenta. Durante dos años,
me estuvo llamando Serafín. Y por mucho que le repitiera que ese no era mi
nombre, a la siguiente vez me volvía a llamar Serafín. El maldito virus se lo
ha llevado. Más de 50 días en la UCI. En el grupo de WhatsApp de la peña,
aunque todos sabíamos que estaba mal, durante la cuarentena intentamos seguir
con las bromas de siempre, tal vez para espantar el miedo. Nadie se esperaba un
desenlace tan cruel. Los últimos cuatro días, cuando ya sabíamos que las
esperanzas se desvanecían, se hizo el silencio. Hasta que Jaime, otro miembro
de la peña, escribió un mensaje que ninguno hubiéramos querido leer: “Lo siento.
Alguien lo tiene que decir. Nos toca llorar amarga y desconsoladamente por Pedro
Marcos, nuestro gran amigo”. Y era un
gran amigo, siempre de buen humor, siempre amable. Le gustaba ocupar su sillón
de presidente, único privilegio que reclamaba. Un destartalado sillón que a
partir de ahora colocaremos en un lugar privilegiado, no para recordar tu
ausencia, Pedro Marcos, sino para sentir tu presencia. Hasta siempre, amigo y
compañero. Presidente. Un abrazo. De
parte de Serafín.
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1 comentario:
Sin ser de la Peña, supongo que por la edad y por la distancia, siempre lo he considerado un amigo y he tenido buenas conversaciones con él, sobre todo en la plaza mientras sonaban temas de nuestras épocas.
Aún recuerdo en el 98 ( quizá 99) el día que me intercambió Jaime su Renault Espace por mi flamante renault 19 para que yo hiciera de transportista y montador, junto al Petrus, de las instalaciones de Peña Palomera donde actualmente se halla ubicada. Me acuerdo siempre que voy a vuestra Peña o paso por delante de ella.
Una gran pérdida. Así lo siento yo también. Y os mando un abrazo a todas las personas que pertenecéis a ese grupo y sobre todo a su mujer, hijo y a él.
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