Evaristo Torres Olivas
miércoles, 28 de agosto de 2019
Políticos mediocres
Un mal político dice rigurosidad en lugar de rigor,
problemática por problema, culpabilizar por culpar, publicitar en vez de
anunciar, clarificar en lugar de aclarar; inicializar le parece mucho mejor que
iniciar. El mal político cree que hablar mucho y no decir nada es preferible a
hablar claro y con pocas palabras. Es la estrategia del pedante incapaz de
decir que no sabe algo y recurre a todo tipo de estrategias para enmascarar su
ignorancia. El político mediocre, si le preguntan por el resultado de sumar dos
más dos y no lo sabe, en lugar de confesarlo, recurre a todo tipo de rodeos
para intentar ocultar su ineptitud. Dirá que su partido se compromete con los
ciudadanos, como no podría ser de otra manera, para buscar alternativas y acordar
hojas de ruta, no solamente para hallar la suma de dos más dos sino de
cualquier otra suma que se le pueda formular. Todo lo anterior pensé cuando leí
en Diario de Teruel la entrevista al alcalde socialista de Andorra, Antonio
Amador, el pasado 25 de agosto. Además de rigurosidad y hoja de ruta, también
nos regala perlas como estas: “El Ayuntamiento de Andorra y su alcalde estará a
la altura de cualquier vecino, que es tan importante como estar a la altura con
las instituciones” y “Andorra va a ser un pueblo especial para que todos los
niños puedan jugar en cualquier parte”. Dos páginas de la edición dominical del
periódico para proferir sandeces. Y todo por el módico precio de 56. 000 euros,
que es el salario que le vamos a pagar los ciudadanos al señor alcalde y
diputado delegado de Presidencia y Relaciones Institucionales de la Diputación
de Teruel. Dietas y gastos de representación aparte, por clarificar y hablar con rigurosidad,
como no podría ser de otra manera.
Salarios grandes y títulos largos para cometidos pequeños y currículos cortos. Hay
cientos de hombres y mujeres en Aragón, con buena formación y amplia
experiencia, que no ganan ni la mitad de lo que se embolsan los diputados
provinciales. O cambiamos el sistema o procedemos a la asignación de cargos políticos
por sorteo, para que todos los ciudadanos tengamos la misma probabilidad de
vivir del cuento. Seguramente, la elección aleatoria conseguiría mejores
candidatos para solucionar las problemáticas
de los ciudadanos.
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Sin pelos en la lengua
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1 comentario:
Es la devaluación de la palabra pública, manoseada y resudada por los políticos, pésimos oradores y acaparadores de la palabra, logrando así vulgarizarla. Poseen una excesiva querencia por aquello que Lázaro Carreter llamaba el "empacho sufijal", por tratar de aparentar mayor cultura o precisión con el alargamiento innecesario de las palabras. Los discursos son intercambiables, al igual que las siglas (escuchamos lo mismo en todos) y la equiparación lingüística de los políticos es ya análoga a la de los futbolistas, que tienen un léxico reducido, lleno de lugares comunes, y que ganan dinero a espuertas, pero no por hablar o gestionar, sino por darle patadas a un balón (también a un rival). Nuestros políticos tienen, además, un nivel intelectual bajo, magro en lecturas y enteco en cuanto al pensamiento y la reflexión. Su preparación es deficiente, no saben gestionar y solo tienen una virtud: saber esperar y medrar. No hay más.
En Heraldo de Aragón de hoy aparecía una curiosa noticia sobre el complicado reparto de cargos (y cargas); así, Podemos, de acuerdo al periódico, ha solicitado currículos de "personas afines y demás ciudadanos" para cubrir perfiles técnicos. Suponemos que será una imposición del PSOE, pues visto el percal no les queda otra.
La tan necesaria formación que cacarean todos los partidos políticos como medida para paliar los efectos adversos de la crisis (la frase parece sacada de cualquier declaración) no aparece nunca en los currículos y motivaciones para designar los muy bien remunerados puestos de directores generales o similares y convierten a la política en el pesebre al que van las mentes menos preparadas, los supervivientes natos de las cuchilladas internas de una empresa llamada partidos políticos.
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