Don Jesús, su carta al director del pasado 5 de junio, en la que recomienda a doña Elena Gómez que no se meta en camisas de once varas, adolece de los mismos defectos, falta de rigor y enfoque erróneo que usted le atribuye. No se pueden hacer afirmaciones tajantes sin aportar ninguna prueba. ¿Por qué afirma usted que la Seguridad Social necesita más máquinas para combatir el cáncer? ¿Tenemos menos que otros países de nuestro entorno de la Unión Europea? ¿Y si en lugar de más máquinas lo que se necesita son más profesionales formados para utilizar las existentes? ¿Por qué, en lugar de ser una donación finalista, don Amancio Ortega no ha donado el dinero para que los expertos decidan dónde hay carencias? También afirma usted que el señor Ortega ha donado más de 300 millones para comprar máquinas. Y no es del todo cierto. Si por esa donación obtiene un beneficio fiscal de más de 100 millones, quiere decir que los ciudadanos estamos pagando parte de esos aparatos que a lo mejor no se necesitan y que esos cien millones que aportamos los ciudadanos tal vez podrían gastarse en otras cosas más necesarias. Adicionalmente, la publicidad gratuita, y mayoritariamente positiva que ha recibido el empresario gallego por la donación, también vale dinero. Es decir, que no se trata de una acción desinteresada, de que su mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha. Llamar gentuza a los dirigentes de Podemos no es la mejor manera de argumentar, ni tampoco calificar sus críticas de miserables. Tienen el mismo derecho a expresarlas que usted las suyas, aunque sus argumentos sean tan pobres como los suyos. Y ya que usted es tan aficionado a decirles a los demás qué deben hacer, yo también le recomiendo su propia receta: hay que estar informado, es “una tarea ineludible para alguien que publica sus comentarios en medios de comunicación”. Si lo hace, podrá comprobar que son los países que tienen los peores sistemas sanitarios públicos, como EEUU, los que más aportaciones reciben de “empresarios magnánimos”, y los países nórdicos, con unos potentes servicios sociales públicos, apenas reciben donaciones privadas. Dejaremos para otra ocasión consideraciones éticas sobre dónde fabrica Inditex sus productos, los salarios que paga, la mano de obra que contrata y su contribución a la contaminación del planeta. Mientras, y siguiendo de nuevo su recomendación, puede informarse “simplemente tecleando en Google” las palabras abusos de la industria textil.
Evaristo Torres Olivas
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