Apostamos por una ciudad llena de presente y de futuro.
Queremos hacer de esta ciudad una ciudad del siglo XXI. Abogamos por la ciudad que los ciudadanos se
merecen. Queremos acabar con esta ciudad en blanco y negro. Hemos venido para sumar. Vamos a trabajar
mucho porque sentimos pasión por esta ciudad. Nos vamos a dejar la piel.
Abogamos por tributos reales (¿hay tributos irreales o pretenden eliminar los
impuestos personales?). Apostamos por el
empoderamiento. Queremos contagiar nuestra alegría (lo dice con cara de palo,
como si estuviera en un funeral). Apostamos por una ciudad en la que se pueda
ir peatonalmente [sic] y de forma ciclista [sic]. Abogamos por transformar la
ciudad de manera real (¡con lo bonita que sería una ciudad de fantasía!).
Necesitamos profesionales psicológicos [sic]. Crearemos babytecas [sic].
Crearemos una concejalía de Conservación Estética Urbana. Incrementaremos
exponencialmente los actos culturales (¿sabrán qué significa exponencialmente?) Proponemos que la ciudad cuente con ascensores sociales: que
se ejecute el previsto desde la calle Bajo Los Arcos y la plaza del Seminario (creen
que un ascensor social es un aparato con botones para trasladar personas de un
piso a otro). Queremos un Aragón que sea como su gente, que no reble. Todo lo anterior y mil ocurrencias
más que a nada comprometen son palabras pronunciadas por candidatos aragoneses
que se presentan a las elecciones. Las declaraciones y los debates de los
políticos durante las campañas electorales reflejan lo peor de lo que somos, la
bajeza a la que podemos llegar. Todo vale para ganar: la mentira, la sonrisa
impostada, la hipocresía, el mal gusto, el insulto, la falta de imaginación y las
limitaciones de la mayoría de los políticos para hilvanar un discurso
coherente, decente y sincero. Lo más preocupante es que a esos políticos los
elegimos nosotros con nuestros votos. Yo no sé si es por dejadez, porque la política
no nos interesa; por resignación, porque creemos que las cosas son así y no se
pueden cambiar; o porque esos políticos incompetentes y mentirosos son de los
nuestros y nos vemos reflejados en ellos. Cuando contratamos a un albañil, un
abogado, un profesor de inglés o cualquier profesional al que pagamos
directamente de nuestro bolsillo, no nos conformamos con cualquiera. Pero como
a los políticos los pagamos entre todos, creemos erróneamente que no nos
cuestan nada y que da lo mismo arre que so, ocho que ochenta.
martes, 21 de mayo de 2019
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1 comentario:
La gente vota a estas políticas y políticos -tanto si perciben sueldo como no-, entre otras razones, porque... no se encuentran -ni se presentan- en ninguna lista personas más honestas y capacitadas (o casi).
Por otro lado, la forma de hacer campaña de las distintas candidaturas viene dada, entre otras cosas, por la de los demás partidos -en algunos casos- y, porque las cúpulas dictan las formas y el no-fondo. Y la gente de abajo tiene que arrear con eso tanto si le parece bien como si no.
Además, parece claro que todos los partidos (o casi) llevan una fuerte inercia anterior en las malas formas a la hora de hacer sus campañas. Algún gurú de la comunicación debió establecer, años ha, que los partidos políticos deben dirigirse al electorado como si lo hicieran directamente a la persona más idiota y desinformada de este grupo humano... con la consabida consecuencia de que nos hablen a todo el mundo como si fuésemos estúpidas. A casi nadie le aceptaríamos este trato en lo personal... pero hacemos esta estúpida y nociva excepción con los partidos políticos y con los gobiernos.
Y, para ser precisos, gran parte de ese electorado o no se informa demasiado, o no contrasta la información o no sabe mucho ni quiere saber de cultura política, lo cual acaba siendo desastroso para los intereses de la gente pobre y trabajadora.
No sólo por el día de echar la papeleta y legitimar gobiernos y tropelías, sino por nuestras acciones y omisiones de los otros 364 días del año, que son las que marcan nuestra "política personal", nuestra verdadera, y más importante, acción política.
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