Evaristo Torres Olivas
lunes, 21 de enero de 2019
El orden de los factores
Yo te entiendo. Desde pequeño te enseñaron que un hombre es
un hombre y una mujer, una mujer. Por ese orden: primero el hombre y en segundo
lugar la mujer. Dios, que es también hombre, creó al hombre y de una costilla
de ese primer hombre creó a la mujer, para que no estuviera solo, para hacerle
compañía, para que le preparara la comida y le planchara el taparrabos, la hoja
de parra, de higuera o de lo que fuera, que yo no entiendo por qué se tenían
que tapar nada si eran los únicos humanos en el mundo. Crees que una mujer es
como un apéndice del hombre, como una oreja, un dedo o una uña y creciste con
la convicción de que los hombres son superiores y las mujeres, inferiores. Los
hombres, arriba, las mujeres, abajo.
Hasta en Barrio Sésamo lo contaban: arriba, abajo. Te hacían gracia las
baldosas en los bares como aquella que decía: “A la mujer y a la burra, cada
día una zurra”. En la escuela te enseñaron que los hombres no lloran y que la
letra con sangre entra. Una de las actividades más apreciadas por los chicos, después de la escuela, consistía en formar dos
equipos, uno frente al otro y liarse a pedradas. Estás convencido de que dar
puñetazos es cosa de hombres, como
también matar conejos, jabalíes, elefantes o ballenas. Y clavarles espadas a los
toros. Las mujeres cosen, limpian los mocos a los críos, van a misa y leen. Los
hombres beben en el bar y juegan a las cartas. Es de mala educación preguntarle a un hombre
dónde ha estado si llega tarde a casa y huele a tabaco y alcohol. Él ya sabe
qué debe hacer. Entiendo que a veces se te encienda la sangre, tus motivos
tienes, y te entren ganas de romper puertas, ventanas, pegarle un tiro al
perro, insultar a tu mujer, golpearla,
matarla porque la consideras tuya, de tu propiedad, y con lo suyo un hombre
hace lo que quiere. Después, entras en pánico, te arrepientes y piensas en levantarte la tapa
de los sesos o tirarte por el viaducto.
Como ves, te entiendo, me pongo de tu parte y por eso espero que me hagas caso
con este consejo que te voy a dar y espero que cumplas: antes de golpear y
asesinar a tu novia, tu compañera, tu
esposa, tu mujer, y después pegarte tú un tiro o saltar por un puente, invierte
el orden: primero te pegas tú el tiro o saltas por el puente, y si sobrevives,
que espero que no, verás cómo se te han quitado las ganas de matar. Funciona
siempre, créeme.
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Sin pelos en la lengua
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