“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 5 de octubre de 2018

El cuajo de la Iglesia

Cada día que amanece, crece el número de denuncias de abusos sexuales de curas a menores. Y también crece la indignación de la gente de bien ante las negaciones, excusas y encubrimientos de las autoridades eclesiásticas. Hace unos días, se publicaba una noticia en la que se informaba de que en Chile, país en el que se ha producido el último escándalo de abusos, la Conferencia Episcopal publicó un documento en el que se indican algunas acciones prohibidas por considerarse “conductas inapropiadas”. Entre esas acciones se citan estas: "dar palmadas en los glúteos, tocar el área de los genitales, acostarse o dormir con los niños y besar a los niños en la boca". El documento no lo firma ningún oscuro subalterno sino un cardenal. Y no va dirigido a personas con las facultades mentales disminuidas sino a la comunidad de sacerdotes. Se supone que los curas son personas cultas, formadas en latines y griegos,  instruidas para hacernos diferenciar el bien del mal y prepararnos para la salvación eterna junto al padre, el hijo, los ángeles, los arcángeles y el coro celestial. Algo falla si a esos salvadores de almas hay que decirles que el culo y los genitales de los niños no se tocan ni se les dan besos en la boca. Resulta tan extraño como que hubiera que recordarle a un médico que las heridas hay que limpiarlas  para que no se infecten o a un jardinero, regar las plantas para que no se mueran. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que abusar de los débiles, dar patadas a los perros o cagarse en las iglesias son acciones reprobables, sin necesidad de que nos lo recuerden las autoridades con una carta. Y menos con simplezas como las que se utilizan para educar a los niños en sus primeros años: pupa, caca, eso no se dice, eso no se toca. Lo que tienen que hacer las autoridades es investigar los abusos en lugar de taparlos y encubrirlos, señalar y denunciar a los pederastas para que además del castigo divino que se supone que recibirán también se les aplique el código penal terrenal. De lo contrario,  muchos no dejaremos de pensar lo que le dijo un padre a su hijo cura en la película Amanece que no es poco: “¡Me parece a mí que tenéis un cuajo!”.  
Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las religiones son sectas
Todas mienten y estafan