Evaristo Torres Olivas
viernes, 28 de septiembre de 2018
Ser nadie
Ser insignificante, ser nadie, ser el último mono es lo peor
que le puede pasar a uno. En cualquier trabajo, el último mono, o la última
mona, es quien menos cobra, quien no pinta nada, a quien todos dan órdenes y a quien le dan una patada
en el trasero a la mínima ocasión. Agacha la cabeza, casi nunca habla y cuando
lo hace es con timidez y apenas un hilillo de voz, para no molestar. Pocas
veces el último mono llega a mono alfa; quien nace último mono, último mono se
queda. De ahí que no se entienda que Celia Villalobos, a la que han pillado
comprando ropa con la tableta en horas
de trabajo en el Congreso (es reincidente: ya la sorprendieron jugando al Candy
Crush en horas de oficina), haya afirmado con soberbia: "Yo he hecho lo
que me ha dado la gana". Ha añadido que ella “no es nadie” y está muy "tranquilita
y a gustito". Una última mona nunca hace ni dice esas cosas. No se atreve.
Y una persona que dice ser nadie, tampoco tiene el sueldo que tiene ella. Ni
tampoco se comporta con la chulería y la arrogancia de un sargento de la legión
con el chófer de su coche oficial. Es más, los don y doña nadie no solamente no
tienen chófer ni coche oficial, sino que ni siquiera tienen coche, van al tajo
en bus, en metro o en bicicleta. Los y las cero a la izquierda no ofenden ni
insultan; obedecen y callan: cuando el señorito o la dueña, o los esbirros del
señorito y la dueña, les ordenan algo, contestan como Régula, de Los santos
inocentes: “A mandar, para eso estamos”.
En la contestación de Celia Villalobos de que “he hecho lo que me ha dado la gana” no se ve a “los de abajo”, los humillados, ni
los “yo no soy quien”, sino la prepotencia, la chulería y el desprecio de “los
de arriba” que consideran que lo suyo es suyo y lo de todos también es suyo.
Sin apenas formación, experiencia ni cualificación, pueden estar treinta años
recorriendo las instituciones, como es el caso de Celia Villalobos. Ser “nadie”,
estar “tranquilita y a gustito” y comprar ropa por internet o disfrutar de los
videojuegos en horas de trabajo y cobrar 80 000 euros del erario es indecente,
una estafa a los ciudadanos.
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Sin pelos en la lengua
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1 comentario:
Aunque cobrasen el salario mínimo y se dedicasen a su "trabajo parlamentario", también sería una estafa a la mayoría de la población.
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