“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 28 de septiembre de 2018

Ser nadie

Ser insignificante, ser nadie, ser el último mono es lo peor que le puede pasar a uno. En cualquier trabajo, el último mono, o la última mona, es quien menos cobra, quien no pinta nada, a quien  todos dan órdenes y a quien le dan una patada en el trasero a la mínima ocasión. Agacha la cabeza, casi nunca habla y cuando lo hace es con timidez y apenas un hilillo de voz, para no molestar. Pocas veces el último mono llega a mono alfa; quien nace último mono, último mono se queda. De ahí que no se entienda que Celia Villalobos, a la que han pillado comprando ropa con la tableta en  horas de trabajo en el Congreso (es reincidente: ya la sorprendieron jugando al Candy Crush en horas de oficina), haya afirmado con soberbia: "Yo he hecho lo que me ha dado la gana". Ha añadido que ella “no es nadie” y está muy "tranquilita y a gustito". Una última mona nunca hace ni dice esas cosas. No se atreve. Y una persona que dice ser nadie, tampoco tiene el sueldo que tiene ella. Ni tampoco se comporta con la chulería y la arrogancia de un sargento de la legión con el chófer de su coche oficial. Es más, los don y doña nadie no solamente no tienen chófer ni coche oficial, sino que ni siquiera tienen coche, van al tajo en bus, en metro o en bicicleta. Los y las cero a la izquierda no ofenden ni insultan; obedecen y callan: cuando el señorito o la dueña, o los esbirros del señorito y la dueña, les ordenan algo, contestan como Régula, de Los santos inocentes: “A mandar,  para eso estamos”. En la contestación de Celia Villalobos de que “he hecho lo que me  ha dado la gana”  no se ve a “los de abajo”, los humillados, ni los “yo no soy quien”, sino la prepotencia, la chulería y el desprecio de “los de arriba” que consideran que lo suyo es suyo y lo de todos también es suyo. Sin apenas formación, experiencia ni cualificación, pueden estar treinta años recorriendo las instituciones, como es el caso de Celia Villalobos. Ser “nadie”, estar “tranquilita y a gustito” y comprar ropa por internet o disfrutar de los videojuegos en horas de trabajo y cobrar 80 000 euros del erario es indecente, una estafa a los ciudadanos.
Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque cobrasen el salario mínimo y se dedicasen a su "trabajo parlamentario", también sería una estafa a la mayoría de la población.