“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 3 de septiembre de 2018

Las malas artes

Se reconoce al mal escritor por la insistencia en el  uso de palabras largas, existentes o inventadas, el recurso  inoportuno a la erudición, téngala o no, y en el empeño de dictarle a la gente qué debe hacer y cómo ha de comportarse. Doña Verónica Herrero Gala reúne todos los requisitos de una pésima escritora. En su carta al director del pasado día 31 de agosto, titulada La España profunda, nos regala palabras largas o inexistentes como “descontracturada”, o “rimbombásticamente”. Y apéndice nasal, en lugar de nariz, igual que los pedantes que a los problemas los llaman problemática y a los despidos, ajustes de plantilla. También faltas de ortografía: “deshinibida”. Su falsa erudición o, mejor dicho, su  ignorancia, la manifiesta al calificar de “muñecos de madera”  las tallas que se exhiben en las procesiones. No falta tampoco el insulto cuando llama “mascotas amaestradas” a quienes asisten a una misa.  Podría parecer que critico los ataques a las procesiones y las misas por parte de la señora Herrero porque soy un católico practicante, pero no es así: no soy creyente. Tengo  63 años y no habré asistido a misas y procesiones más de una veintena de veces, casi siempre en bodas o funerales. A la jerarquía de la  Iglesia se la puede criticar por muchos motivos: su tolerancia con los desmanes de los poderosos, el encubrimiento de pederastas, la acumulación de propiedades, la elusión de impuestos, etc. Pero hay que hacerlo con argumentos sólidos y no con malas artes y afirmaciones absurdas e insostenibles; sin insultar a las personas que no comparten nuestras creencias, ideología, aficiones o gustos. Si los que  van a misa son “mascotas amaestradas”, ¿cómo habría que llamar a los que acuden a un mitin político, un partido de fútbol, un concierto de un rapero o compran un libro de la exmujer de un torero? Y celebrar, como sugiere la señora Herrero, “que la Tierra es un paraíso y que todos somos hermanos” es, además de una ingenuidad, una mentira: que les pregunten a los iraquíes, coreanos del norte, sirios, sudaneses,  afganos, nicaragüenses, subsaharianos que arriesgan la vida en una patera y a los más de ochocientos millones de personas que pasan hambre en el mundo mientras que sus hermanos de los países “ricos” acumulamos grasa, azúcar y colesterol y tiramos miles de toneladas de comida a la basura.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Independientemente de la crítica a la manera de escribir o a parte del contenido, cuando la autora dice que las personas somos hermanas y que la tierra es un paraíso, muy probablemente, vea la misma realidad que tú; sin embargo, entiendo que no se refiere a lo que hay sino a nuestra condición como personas -iguales entre sí en consideración, aunque no lo vivamos todavía en la práctica- y habitantes de un planeta que, todavía hoy, si somos capaces de cambiar de rumbo, podría tornarse a nuestros ojos en paraíso.

Aborregamiento puede haber de muchos tipos. De hecho, si lo pensamos, todas las personas hemos hecho y dicho cosas, acudido a lugares, etc... por mera inercia social. Pensar cuesta esfuerzo y, la mayor parte del tiempo, no lo hacemos. Nos dejamos llevar por lo que nos inculcan... desde arriba. Por ello, pienso que la autora se refiere a este fenómeno cuando habla de "mascotas amaestradas"; mucho más que a lanzarse al cuello de personas que, en su mayoría, no han tenido la opción real de no ser católicas. Y donde escribo católicas, cabrían otros muchos adjetivos, antes y ahora, que somos, que son, y que no hemos tenido opción a no ser, entre otras cosas, porque los programas y contenidos de nuestra mente vienen, en su mayor parte, grabados en nuestras mentes por voluntad de una minoría... aunque pensemos nuestras esas ideas y formas de proceder.