“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 10 de septiembre de 2018

Charlatanes, timadores y el inglés

El timo del tocomocho y el del vendedor de crecepelo son dos clásicos que todavía engañan a algunos incautos, pero el oficio de timador, al igual que otras “profesiones”, se ha tenido que poner al día en la era de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. El inglés se ha convertido en la lengua vehicular del trile. Los cantamañanas, comedores de tarro, vendedores de humo y mandados hoy reciben el nombre de influencer, coach, personal shopper, community manager, etc. Pero donde más daño hacen los pseudoprofesionales es en el campo de la salud, cuando sustituyen la ciencia por el cuento chino y la superchería. Hablamos del psicoanálisis, la terapia Gestalt, las constelaciones familiares y cualquier otro invento sacacuartos.  Yo estuve asistiendo, hace veinticinco años, a sesiones semanales de psicoanálisis durante un año. Hasta que me di cuenta de que aquello no terminaba nunca: si no lo dejo, hoy todavía seguiría con el engaño, y las cinco mil pesetas por sesión de entonces hoy serían cien euros.  En las cuarenta o cincuenta sesiones a las que asistí, el funcionamiento era idéntico. Llegaba,  la psicoanalista—o lo que fuera— me saludaba, me indicaba que me tumbara en un diván, ella se colocaba detrás con un cuaderno y un bolígrafo y yo empezaba a hablar. Nunca me hizo ningún comentario, nunca me informó de ningún tipo de progreso, ninguna orientación y tampoco cuándo iba a terminar el jueguecito del diván. Al cabo de los 45 minutos, me decía “ya hemos terminado por hoy”, le pagaba los mil duros y hasta la semana siguiente. Todas estas terapias alternativas son a la psicología lo mismo que la homeopatía a la medicina y tan eficaces como beberse un vaso de agua en ayunas para prevenir la ceguera, contener la respiración durante diez segundos para que se cumplan nuestros deseos o llevar una pata de conejo en el bolsillo para aprobar un examen. Pero me temo que con la facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para difundir todo tipo de embustes y noticias falsas, la batalla contra el fraude está perdida, y más si al engañabobos los llamamos mindfulness o loving kindness.

Evaristo Torres Olivas

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