“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 16 de agosto de 2018

Modelos y referentes

Érase una vez un niño afgano, Murtaza, de cinco años de edad, que apareció en las redes sociales con una camiseta albiceleste hecha con una bolsa de plástico y con el 10 de Messi pintado con rotulador. Conmovedor, tierno. Una bonita historia a la que sacarle provecho. Messi se encontró con el pequeño en Catar, lo paseó por el césped, seguramente le regalaría una equipación completa y se aseguró de que se hacían mil fotos para repartirlas por todo el mundo. Una publicidad magnífica a un precio de risa. Se daba así la imagen de un hombre bueno, sensible. "Fue inspirador conocer a Murtaza y ver cómo se cumplía su sueño”, dijeron los organizadores del encuentro. Gestos parecidos podríamos encontrar a decenas en otro ídolo del fúbol, Cristiano Ronaldo: visitar a niños enfermos, regalar camisetas y firmar balones; con la precaución de que todo sea grabado, fotografiado para que los medios y las redes sociales lo difundan. De nuevo, la publicidad más barata y eficaz. Y con todo ello se pretende enmascarar otras muchas cosas. Por ejemplo, la violencia de un deporte en el que lo que prima es ganar, sea como sea, a codazos, dando patadas cuando no mira el árbitro, tirarse al suelo para que pite penalti, insultar al contrario, levantarse la camiseta y hacer el orangután luciendo pectorales. Eso en lo deportivo. En lo personal, evadir impuestos y ser condenado a la cárcel, exhibir una torpeza expresiva y una incultura que avergüenzan. Y transmitir unos valores nada ejemplares para nuestros jóvenes: defender los colores no con el corazón y el amor a una ciudad sino por el importe del dinero que les ingresan en el banco. Y de esa forma, Cristiano Ronaldo puede jugar en el Madrid y a la vez ceder la explotación de sus derechos de imagen a dos sociedades radicadas en las Islas Vírgenes Británicas de un empresario propietario del Valencia, y al poco tiempo marcharse a jugar en Italia. O Messi, “chantajear” al Barcelona para que le pague una deuda de 12 millones de euros con Hacienda. Los padres deberían pensarse un poco mejor qué modelos y referentes eligen para sus hijos: unos mercenarios que regalan camisetas a los más inocentes y manipulables para disimular su comportamiento nada ejemplar.

Evaristo Torres Olivas

No hay comentarios: