Evaristo Torres Olivas
jueves, 16 de agosto de 2018
Modelos y referentes
Érase una vez un niño afgano, Murtaza, de cinco años de
edad, que apareció en las redes sociales con una camiseta albiceleste hecha con
una bolsa de plástico y con el 10 de Messi pintado con rotulador. Conmovedor,
tierno. Una bonita historia a la que sacarle provecho. Messi se encontró con el
pequeño en Catar, lo paseó por el césped, seguramente le regalaría una equipación completa y se aseguró de que
se hacían mil fotos para repartirlas por todo el mundo. Una publicidad
magnífica a un precio de risa. Se daba así la imagen de un hombre bueno,
sensible. "Fue inspirador conocer a Murtaza y ver cómo se cumplía su
sueño”, dijeron los organizadores del encuentro. Gestos parecidos podríamos
encontrar a decenas en otro ídolo del fúbol, Cristiano Ronaldo: visitar a niños
enfermos, regalar camisetas y firmar balones; con la precaución de que todo sea
grabado, fotografiado para que los medios y las redes sociales lo difundan. De
nuevo, la publicidad más barata y eficaz. Y con todo ello se pretende enmascarar
otras muchas cosas. Por ejemplo, la violencia de un deporte en el que lo que
prima es ganar, sea como sea, a codazos, dando patadas cuando no mira el
árbitro, tirarse al suelo para que pite penalti, insultar al contrario,
levantarse la camiseta y hacer el orangután luciendo pectorales. Eso en lo
deportivo. En lo personal, evadir impuestos y ser condenado a la cárcel,
exhibir una torpeza expresiva y una incultura que avergüenzan. Y transmitir
unos valores nada ejemplares para nuestros jóvenes: defender los colores no con
el corazón y el amor a una ciudad sino por el importe del dinero que les
ingresan en el banco. Y de esa forma, Cristiano Ronaldo puede jugar en el
Madrid y a la vez ceder la explotación de sus derechos de imagen a dos
sociedades radicadas en las Islas Vírgenes Británicas de un empresario
propietario del Valencia, y al poco tiempo marcharse a jugar en Italia. O Messi, “chantajear” al Barcelona para que le pague una deuda de 12 millones de euros
con Hacienda. Los padres deberían pensarse un poco mejor qué modelos y
referentes eligen para sus hijos: unos mercenarios que regalan camisetas a los
más inocentes y manipulables para disimular su comportamiento nada ejemplar.
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Sin pelos en la lengua
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