“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 18 de junio de 2018

Ser un mandado

Antonio no era un buen estudiante. Colgó pronto los libros. Trabajar en el campo tampoco le gustaba. Alto y fuerte, aprobó a duras penas las oposiciones a la Policía. Se casó con Pili, su novia de toda la vida y tienen dos hijos de 9 y 7 años. Viven en un piso de 120 metros en un barrio de clase media de la ciudad. A Antonio le gusta su trabajo. La gente, ante su presencia, con su uniforme, su gorra y su pistola, siente seguridad en algunas ocasiones y miedo e intimidación  en otras. Nunca se sabe por dónde te va a salir la autoridad. Hemos oído de todo. En el pueblo, con los amigos,  es uno más, aunque desde que es policía habla más y discute con más vehemencia. Con más convicción y seguridad. Es cumplidor en su trabajo. Tiene bien asimilada la jerarquía. Le facilita la vida. Cuando alguno le preguntamos si no le repelen algunas de las cosas que hace, siempre contesta lo mismo: Soy un “mandao”, cumplo órdenes. Con esa coartada puede dormir tranquilo, puede celebrar los cumpleaños de sus hijos, ir a comer los domingos a casa de sus padres y de los suegros, irse de vacaciones y disfrutar de la playa. En la academia le enseñaron lo importante que es la jerarquía y la obligación de cumplir las órdenes de los “superiores”. Al policía raso le manda el oficial, a este el subinspector que responde ante el inspector que obedece al comisario que despacha con el director general…A su vez, la policía debe cumplir las instrucciones de jueces y fiscales. A Antonio solo le basta con saber que debe obedecer a su jefe, diga lo que diga, porque también es un “mandao” como él. Por eso, cuando esta mañana han recibido la orden de derribar la puerta de un domicilio para desahuciar a una familia, Antonio se ha limitado a cumplir lo ordenado y a golpear enérgicamente con el ariete revientpuertas. En el interior de la vivienda se han encontrado con una familia asustada: el padre haciendo frente, en camiseta de tirantes, a unos policías grandullones protegidos y armados hasta los dientes, y a una mujer y dos niños sentados en el sofá, asustados. Una familia como la de Antonio. Es viernes y dentro de un par de horas, cuando termine su jornada, Antonio, su esposa Pilar y sus hijos Elisa y Rubén se irán a la piscina y, a continuación, a ver una película en el cine del barrio. A descansar después de una semana de trabajo. Hasta el lunes en que reemprenderán la rutina.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

El uniforme es lo que tiene: vendes todo tu ser por una nómina fija... .
¡Uff! ¡Da pena!