Evaristo Torres Olivas
viernes, 15 de junio de 2018
Pablo Echenique Robba
Todos recordamos los crueles que éramos, cuando niños, con
aquellos compañeros que tenían alguna discapacidad o tenían un apellido con el
que era muy fácil hacer bromas de mal gusto. Afortunadamente, conforme se va
creciendo y madurando, la mayoría de nosotros dejamos de verle la gracia a ese
tipo de humor zafio y chabacano. Pero todavía hay algunos que a pesar de tener
carreras universitarias y doctorados no maduran nunca. Les gusta hacer rimas
malsonantes con quien se llame Goya o con quien pronuncia un número terminado
en cinco. Yo tuve un jefe de origen cubano que se apellidaba Foyo y en los años
que estuve en la empresa, no había día en que algún graciosillo—eran casi
siempre hombres—no hiciera algún comentario asqueroso. Pero esos comentarios se
limitaban al ámbito privado, entre compañeros de trabajo. Mucho peor es cuando
se difunden en los medios de información y en las redes sociales y quien lo
hace es un personaje público. En Aragón tenemos a dos de esos personajes:
Federico Jiménez Losantos y Pablo Echenique. Jimenez Losantos insulta a todo
aquel que no es de su cuerda y Echenique es uno de sus insultados favoritos.
Cada vez que habla de él, lo llama Echeminga Dominga. Echenique no se queda
atrás. El día 14 de junio, en su cuenta de Twitter escribía que le hacía gracia
que una empresa andaluza jugara con el nombre de Puigdemont, lo renombrara como
Pig Demont y lo utilizara para vender “jamones y paletillas de guarrillo negro”.
La imagen de la empresa es la cara de un cerdo que se parece al político
catalán. Pues a Pablo Echenique, con esa mamarrachada afirma que “me he reído mucho” y añade que “el humor desde la discrepancia
también es tender puentes”. Para terminar, hace una pregunta que él mismo
contesta: "¿Si le hubiera puesto coleta al cerdo se enfadaría Pablo Iglesias? Estoy seguro de que no”. Hace
falta ser muy inmaduro para hablar así. O muy vengativo: tal vez Echenique se
quiera desquitar de las bromas que debió soportar de niño con su segundo
apellido: Robba. Afortunadamente, la Oficina Española de Patentes y Marcas ha impedido a la empresa andaluza usar el nombre “Pig Demont”. Seguro que Jiménez
Losantos le hace una propuesta al empresario para rebautizar el negocio de los
derivados del cerdo.
Etiquetas:
Sin pelos en la lengua
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario