Evaristo Torres Olivas
jueves, 14 de junio de 2018
Lo Máximo y lo mínimo
Un hombre muere tras
lanzarse de un décimo piso en Cornellà cuando le iban a desahuciar. Ese es el
titular de la noticia que publica eldiario.es de hoy. No aparece en primera
página ni tampoco será tema de debate en las tertulias de las radios y las
televisiones. Un simple suceso. Como otros muchos que ocurren todos los días.
Hoy el tema del día es el cese/dimisión de Máximo, el ministro que ha ocupado
la cartera un tiempo mínimo. Una semana. Por defraudar al erario. Durante ese tiempo ha cobrado dos mil euros y
ha viajado a París, gratis total, para animar a Nadal a ganar Roland Garros.
Del otro, del que se ha suicidado no sabemos ni siquiera el nombre: un hombre
de unos 45 años, según la crónica del periodista. Eso es todo. También sabemos
que los servicios sociales del Ayuntamiento de Cornellá conocían que lo iban a
desahuciar este jueves y que estaba en
la lista de espera para una vivienda social. Ya sabemos cómo son las listas de
espera. Te apuntas en la lista y a esperar. Mientras, si te ponen en la puta
calle, te vas a vivir debajo de un puente o en los cinco metros cuadrados del
cajero del banco. Y ya que hablamos de cajeros y de bancos, el propietario de
la vivienda es un banco. Una entidad bancaria, dice el artículo. Un ente.
También nos aclara que tras el suicidio “han acudido dos ambulancias del
Servicio de Emergencias Médicas (SEM), que tan solo han podido constatar el
fallecimiento. Los Mossos han abierto una investigación sobre el suceso”. Eso
tranquiliza mucho, que una vez muerto te vengan a recoger dos ambulancias y se abra
una investigación. Pero en estas cosas, al contrario que en las operaciones
aritméticas, el orden de los factores sí altera el producto. Si se hubieran
coordinado juzgado, banco, ayuntamiento, policía local y mossos, seguramente el
“hombre de unos 45 años” seguiría vivo, no se habrían necesitado ni ambulancias
ni investigaciones y la policía, en lugar de derribar a patadas las puertas y
joderle la vida a los que nada tienen, se dedicaría a perseguir a los
verdaderos delincuentes. Pero claro, la muerte de un hombre sin nombre es una
nimiedad, un asunto mínimo.
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Sin pelos en la lengua
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