Si el progreso consiste en la mejora de la condición humana, en el perfeccionamiento moral, espiritual y material, en la mejora de nuestras condiciones de vida mediante la reforma de nuestras estructuras sociales, políticas y económicas, tres hechos recientes demuestran que nos estamos alejando de ese ideal y de que caminamos en sentido contrario, el de la regresión.
El ultraderechista
ministro italiano de Interior, Salvini, quiere hacer un censo de los gitanos
italianos, expulsar a los que no hayan nacido en Italia y lamentarse de que a
los gitanos nacidos en el país “desgraciadamente te los tienes que quedar”.
Otro intolerante, Donald Trump, y su intolerante ley de “tolerancia
cero” que separaba a los niños inmigrantes de sus padres. Afortunadamente, la
presión social ha conseguido que se diera marcha atrás a semejante barbaridad, obra
de uno de los personajes más siniestros de la política internacional.
La tercera lumbrera,
el primer ministro húngaro, Orbán, ha conseguido que se suspenda en su país el
musical Billy Elliot, al que se acusa de “propagar la homosexualidad, una forma
de vida desviada, y de afectar al subconsciente de los menores, justo en una
edad cuando todavía se puede influir sobre sus inclinación”.
Dicen algunos que los políticos que elegimos representan lo
que somos y si son xenófobos, crueles y homófobos es porque la mayoría de los
ciudadanos también los son. Otros
piensan que lo que falla son los sistemas de elección de los políticos, de tal
forma que quienes dirigen los gobiernos no son los mejores ni reflejan el
sentir mayoritario de la ciudadanía, sino los más perversos, los peores, los
que manipulan, separan, fomentan el odio y el enfrentamiento. Si bien en ambos
casos el resultado es el mismo, que gobiernan los Salvini, Trump y Orbán de
este mundo, el pronóstico varía de un caso a otro. En el primer caso nos
encontraríamos ante una grave enfermedad social de difícil curación, de
pronóstico reservado, con un desenlace peligroso. En el segundo, bastaría con modificar
los sistemas, protocolos y las pautas para que los perversos dejen de infectar
el cuerpo social y tengamos una sociedad sana dirigida por los más virtuosos:
los que buscan el bien, la verdad, la justica y la belleza.
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