“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 29 de junio de 2018

Ni hablar

La columna de doña Raquel Fuertes, Por hablar, publicada en Diario de Teruel del pasado 28 de junio adolece de un grave defecto en el ejercicio del periodismo: la confusión. Es una réplica a mi carta al director, Hablar por hablar, del 22 de junio que a su vez lo era a su anterior columna del día 21 del mismo mes, titulada Como si nada. Pero no me menciona ni tampoco hace ninguna referencia para orientar al lector, con lo que este se encuentra perdido. La única alusión que hace es mediante el estilo indirecto del humorista Gila, el de alguien ha matado al alguien, y no me gusta señalar. En su escrito, en lugar de mencionarme, se refiere a mí como alguien que ha dicho algo.
Por otra parte, la columna de doña Raquel es un cúmulo de obviedades como que hay que diferenciar entre información y opinión, como si eso no estuviera claro en Diario de Teruel, en el que las páginas de opinión se incluyen en un apartado que se titula Opinión, y la sección en la que participa la señora Fuertes, en la contraportada, se denomina La columna. Otra de sus afirmaciones también es más que discutible: que la opinión debe ser menos rigurosa y exhaustiva que la información. Es discutible por varias razones: una, porque la distinción entre información y opinión no es unánime: hay autores que sostienen que toda la información es opinión por cuanto que ante cualquier hecho, el observador/informador elige un enfoque determinado, desde su ideología y experiencia, seleccionando una parte de la realidad y obviando otra. Dos informadores de un mismo suceso, por muy objetivos que quieran ser, contarán versiones distintas. Y, por otra parte, no ser riguroso y exhaustivo en el conocimiento de los hechos cuando se vierte una opinión conduce al descrédito de quien opina. Ese es el motivo por el que damos más garantías a los argumentos del científico que nos dice que la tierra es redonda que al cantamañanas que opina que es plana; nos creemos más las opiniones del experto en biología evolutiva que las del fundamentalista religioso que niega la evolución de las especies. Y en el caso de que las opiniones de dos expertos difieran sobre un asunto, las pensiones, por ejemplo, el informador/opinante, aunque se incline más por una versión que por la otra, deberá reflejar que no hay unanimidad entre los estudiosos.

Evaristo Torres Olivas

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