“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 21 de mayo de 2018

Schopenhauer, los mayordomos y la humilde morada

Iglesias y Montero la han pifiado con la compra de su chalet en la sierra. Han metido la pata hasta el corvejón. Que sea legal, que lo hayan comprado con su dinero, que puedan pagarlo y cualquier otra razón es lo de menos. Estos chicos, con lo listos que parecían, no se han enterado de nada. En vano se han puesto a dar explicaciones, recurriendo a las 38 estratagemas de Schopenhauer para querer  tener razón.Cuando le preguntaban a Montero por el chalet(ver a partir del minuto 7), recurría al consejo 29 del filósofo y se ponía a hablar de otra cosa, de los mayordomos de los poderosos; si le pedían explicaciones sobre algo que había dicho diez segundos antes, aplicaba otro consejo de la lista y negaba haberlo dicho. Alguien debería gritarles a estos chicos: ¡Es el relato, estúpidos! El storytelling de las narices. Cuando se rompe, la cosa ya no tiene arreglo. El cuento de Caperucita funciona porque Caperucita es una niña buena y obediente, que vive en una humilde morada, que va a llevarle comida a su abuela, que también es buena y vive sola en el bosque, en otra humilde morada y un lobo malo se la zampa. Pobrecita. Pero imaginemos que nos enteramos de que la abuela no es tan buena, que es dueña del bosque y les cobra a los animales unos precios abusivos por vivir en su propiedad. El lobo entonces se convierte en un héroe y Caperucita y su madre unas cómplices de la explotación de la abuela tirana. El relato que se crearon Pablo Iglesias e Irene Montero es este: Unos chicos listos, universitarios, hijos de padres obreros y de una abogada de Comisiones Obreras. Viven en humildes moradas en barrios de gente humilde, Vallecas y Rivas, cultivan una imagen de gente sencilla: coleta, camisas del supermercado barato, admiradores de Los Chikos del Maíz. Dicen nosotros y nosotras, todos y todas. Dividen a la sociedad en dos: la casta y los de arriba, que viven en chalets en las afueras, por una parte, y los de abajo, que se alojan en humildes moradas,  por otra. Adoran a gente como Pepe Mujica, que siendo presidente siguió viviendo en su humilde morada. El relato funciona y mucha gente se identifica con ellos. Son unos de los nuestros, piensan.  Pero si nos enteramos de que se van a vivir a un chalet con piscina, caseta de invitados y dos mil metros de parcela, pues el relato se cae, no funciona. Es como si Marco, en lugar de vivir en una humilde morada y levantarse muy temprano para ayudar a su buena mamá, resultara que viviera en un palacio, se levantara a las tantas y no diera palo al agua. El relato se iría al cuerno y la suerte de Marco y su mono Amedio nos importaría un pimiento.

Evaristo Torres Olivas

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