Evaristo Torres Olivas
martes, 20 de marzo de 2018
Discriminación (4)
La violencia contra las mujeres es
innegable e inaceptable. Se ha tratado de equilibrar la balanza por parte de algunos al afirmar que
también hay mujeres que matan a hombres. Y es cierto. Pero en las estadísticas
de hombres asesinados se mezclan varias cosas: hombres asesinados por sus
parejas mujeres, por parejas hombres, padres que matan a hijos e hijos a
padres. Vamos a tomar las cifras depuradas que da alguien nada sospechoso, el
profesor Miguel Lorente, quien fuera delegado del Gobierno para la violencia de
género con Rodríguez Zapatero, y un experto en la materia: “Los hombres
asesinados por sus mujeres fueron 6 en 2010, 5 en 2011, 4 en 2012, 6 en 2013 y
8 en 2014. Un total de 29 en 5 años”. En ese mismo periodo, las mujeres
asesinadas por sus maridos fueron 293, según el Instituto de la Mujer. Diez
veces más. Frente a esa realidad, a esa enorme diferencia, se entiende que la
cifra de hombres asesinados pase desapercibida. Pasa como con las llamadas
enfermedades raras. Frente a los millones de personas que mueren de cáncer y de
infartos, de los pocos miles que tienen
la desgracia de padecer alguna de las enfermedades raras nadie se preocupa, muy
pocos investigan, los laboratorios nada hacen, porque no es rentable y los gobiernos apenas
se interesan. Así son las cosas. Todo es importante y todo habría que evitarlo,
pero también es cierto que es necesario fijar prioridades. No se puede negar
que los hombres somos mucho más violentos que las mujeres: de la población
reclusa, poco más del 5 por ciento son mujeres y el 95 por ciento de los
homicidas en todo el mundo son hombres. Querer equiparar la violencia de hombres
y mujeres es una majadería. Y también una actitud machista. En este caso, el
tamaño sí importa: no es lo mismo ocho que ochenta, y no es lo mismo 29 que
293. El día en que la cifra de víctimas sea la misma, habremos dado un gran
paso en la igualdad entre hombres y mujeres. Ojalá esa cifra sea cero.
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Sin pelos en la lengua
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