Evaristo Torres Olivas
miércoles, 28 de marzo de 2018
Cuando el producto eres tú
Hasta el reloj tiembla al dar las horas, advertía mi abuelo.
Con este aforismo se nos dice que nadie da nada voluntariamente. Que nada es
gratis. Aunque traten de convencerte de lo contrario. Cuando te regalan algo y
no eres capaz de averiguar dónde está la trampa, qué producto te están
intentando colar, lo más probable es que el producto seas tú. Y eso es lo que
hacen las redes sociales. Facebook, por ejemplo. Facebook vende nuestros datos
a los anunciantes para que estos nos vendan sus productos. Facebook gana, los
anunciantes ganan y nosotros, como gilipollas, no ganamos nada. Somos los
tontos del negocio del tocomocho. A Facebook, mientras le paguen, le da lo
mismo que los anunciantes nos coloquen cepillos de dientes, crecepelos o batas
de cola. O cosas peores, como filtrar nuestros datos para fines políticos. Para
que gane un determinado candidato o para que un país salga de la Unión Europea.
Y quien creó y dirige esa empresa que factura miles de millones es un chico
joven, con el pelo corto, sencillo, sonriente, que aparece públicamente con
camisetas de cuatro euros del mercadillo de su barrio. Un chico bueno. Todo en
apariencia. Porque Facebook recurre a la ingeniería financiera y al trapicheo,
que viene a ser lo mismo, para pagar
menos impuestos que un vendedor del top manta, sus directivos se comportan como
cualquier otro tiburón agresivo del mercado, su único objetivo es amasar dinero
a costa de lo que sea. Eso sí, como
tienen pasta, cuando les pillan haciendo travesuras, recurren a asesores en
comunicación para lavar sus trapos sucios. He escuchado varias veces la
entrevista que le han hecho en la CNN a
Zuckerberg, el mandamás de Facebook, el chico dulce (hasta el nombre le
favorece, pues en alemán su nombre significa montaña de azúcar) y es un ejemplo
de cómo todo es válido para salvar el culo y la pasta. Además de mentir cuando
pide perdón, de decir que una empresa que no es capaz de preservar los datos de
los que confían en ella no merece estar en el mercado (cuando lleva
vendiéndolos al mejor postor desde su creación), no tiene inconveniente en
poner a sus hijas por delante y decir que no hará nada de lo que ellas no
puedan sentirse orgullosas. Cualquier cosa para seguir exprimiendo a la gente. Estos
tipos venden a su madre si es necesario.
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Sin pelos en la lengua
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