Para David y Julián
Como comentario y crítica
a mi columna de ayer, un conocido de Podemos me manda este extracto del
filósofo de cabecera de los podemitas: “Los significantes flotantes son elementos discursivos
privilegiados que fijan parcialmente el sentido de la cadena significante,
constituidos en el interior de “una intertextualidad que los desborda” y cuya
principal característica es su naturaleza ambigua y polisémica (Laclau, 2004).
Dan cuenta de luchas políticas y semánticas por hegemonizar un
espacio político discursivo”. Ante semejante despliegue de artillería verbal—o
tal vez debería decir diarrea—uno no sabe si echarse a llorar o revolcarse por
el suelo muerto de risa. Traducido al lenguaje corriente, lo que dice el
filósofo argentino es que para evangelizar al personal hay que largarle
palabras que significan una cosa y su contraria, negro y blanco, todo y nada,
arre y so, donde nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con
que se mira. Eso significa ambigua y polisémica. Es la técnica del vendedor de
crecepelo. O de burras. Frente a tanta erudición, tanta palabrería gratuita, yo
prefiero los consejos de otros autores argentinos. La periodista Leila
Guerriero, por ejemplo. La base de la tarea del comunicador es “decodificar una
realidad compleja y llevarla a los lectores para que se asqueen, se maravillen
u opinen exactamente lo contrario, pero jamás para que les resulte indiferente”.
Y pone ejemplos: frente a las cifras, los porcentajes y las palabrejas
incomprensibles como “empoderamiento”,
“objetivos de desarrollo sostenible”, “viabilidad”, “formulación de
indicadores”, que no conmueven, están las historias concretas de personas
con cara y ojos, con nombre y apellidos. Y añade: “Detrás del término femicidio
hay una mujer violada hasta la tumefacción y descuartizada por su marido, y
detrás de la frase “violencia de género” hay mujeres a las que les arrancan los
ojos y a quienes queman con ácido, pero, envuelta en el hojaldre bonachón de
palabras que no dicen nada, la realidad llega al lector desactivada, sumergida
en hectolitros de líquido anestésico”. También lo dijo hace mucho Antonio
Machado: frente a “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, es
mucho mejor hablar de “lo que pasa en la calle”.
Evaristo Torres
Olivas
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