Estamos acostumbrados a las malas películas protagonizadas
por los políticos. Comedias del tipo de Los tramposos, con actuaciones
estelares de Bárcenas, Granados, Rato y Jaume Mata, o docudramas como
Españoles, Franco ha muerto, con un político llorón llamado Arias Navarro como
protagonista. Que los políticos mientan, finjan, griten, se insulten,
manipulen, prometan y nieguen lo que es evidente forma parte de su papel de
malos actores en el vodevil en que han convertido la política. No es necesario
que al principio de sus intervenciones figure la advertencia que aparece en
algunas películas: “Los personajes y
hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier
parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura
coincidencia”. Lo sabemos, al igual que al cumplir los diez años nos
enteramos de que los Reyes Magos son los padres o que el ratón Pérez es un
timo. La sorpresa se produciría si un político cumpliera lo que dice, dimitiera
si lo cogen con las manos en la caja o descubren la cuenta con las comisiones
en Andorra y Suiza. Sería la misma sorpresa que si un boxeador se disculpara
después de cada mamporro que le asesta al rival o un veterinario maltratara a
un animal. De cada profesión se espera un comportamiento determinado y de la de
político nos han acostumbrado a que esperemos que nos engañen. El problema
surge cuando un actor de verdad, en un caso claro de intrusismo, se mete a
desempeñar el papel del político y finge ante las cámaras. Es lo que le ha
pasado a la joven actriz catalana Anna Maruny. En un video de propaganda de la organización
independentista Òmnium Cultural, difundido por las redes en inglés para llamar
la atención de la comunidad internacional sobre lo que sucede en Cataluña, la
actriz cuenta, a lo Arias Navarro, la versión independentista de los hechos. Ha
recibido, injustamente, un alud de insultos y amenazas. Si en lugar de ser una
actriz, eso mismo lo dice Puigdemont, Rufián o cualquier otro político, nada
habría sucedido. De una actriz profesional se espera que interprete sobre las
tablas de un teatro o en un set televisivo o cinematográfico. Nunca en el barrizal
reservado a los políticos.
Evaristo Torres Olivas
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