“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 27 de octubre de 2017

Intrusismo

Estamos acostumbrados a las malas películas protagonizadas por los políticos. Comedias del tipo de Los tramposos, con actuaciones estelares de Bárcenas, Granados, Rato y Jaume Mata, o docudramas como Españoles, Franco ha muerto, con un político llorón llamado Arias Navarro como protagonista. Que los políticos mientan, finjan, griten, se insulten, manipulen, prometan y nieguen lo que es evidente forma parte de su papel de malos actores en el vodevil en que han convertido la política. No es necesario que al principio de sus intervenciones figure la advertencia que aparece en algunas películas: “Los personajes y hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia”. Lo sabemos, al igual que al cumplir los diez años nos enteramos de que los Reyes Magos son los padres o que el ratón Pérez es un timo. La sorpresa se produciría si un político cumpliera lo que dice, dimitiera si lo cogen con las manos en la caja o descubren la cuenta con las comisiones en Andorra y Suiza. Sería la misma sorpresa que si un boxeador se disculpara después de cada mamporro que le asesta al rival o un veterinario maltratara a un animal. De cada profesión se espera un comportamiento determinado y de la de político nos han acostumbrado a que esperemos que nos engañen. El problema surge cuando un actor de verdad, en un caso claro de intrusismo, se mete a desempeñar el papel del político y finge ante las cámaras. Es lo que le ha pasado a la joven actriz catalana Anna Maruny. En un video de propaganda de la organización independentista Òmnium Cultural, difundido por las redes en inglés para llamar la atención de la comunidad internacional sobre lo que sucede en Cataluña, la actriz cuenta, a lo Arias Navarro, la versión independentista de los hechos. Ha recibido, injustamente, un alud de insultos y amenazas. Si en lugar de ser una actriz, eso mismo lo dice Puigdemont, Rufián o cualquier otro político, nada habría sucedido. De una actriz profesional se espera que interprete sobre las tablas de un teatro o en un set televisivo o cinematográfico. Nunca en el barrizal reservado a los políticos.

Evaristo Torres Olivas

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