El espectáculo al que estamos asistiendo estos días,
protagonizado por el PP con las personas asesinadas, es repugnante. Por lo
visto, no todos los asesinados son iguales. Hay una clasificación y una
jerarquía. No es lo mismo Miguel Ángel Blanco que Ernest Lluch, no es lo mismo
el hijo de Pilar Manjón que el hijo de un guardia civil en un cuartel de
Zaragoza. Tampoco es lo mismo un muerto en un centro comercial de Barcelona que
el padre y la madre de mi vecino, o el abuelo de un amigo que fueron fusilados
y arrojados a un pozo en Caudé. Arriba del todo en el ranking están los
asesinados por ETA pertenecientes al PP. A esos hay que darles el papel
protagonista en los homenajes a las víctimas y colocar su retrato en los balcones
de los ayuntamientos. Y cualquiera que diga que todas las víctimas son iguales,
se llame Carmena, Pablo Iglesias o Juan Pérez González, es que tiene extraños
vínculos con ETA. En un escalón inferior estaría los políticos víctimas de ETA
de otros partidos. Más abajo, los asesinados por otros grupos terroristas que
no sean vascos. En la base, los menos importantes, los menos asesinados, los
asesinados pero poco, o los asesinaditos, habría que situar a los padres de mi
vecino o al abuelo de mi amigo, porque no es lo mismo ser ejecutado por un
vulgar pistolero de ETA que por los obedientes patriotas que cumplían las
órdenes del Caudillo y Generalísimo Francisco Franco Bahamonde. Y si de España
pasamos a otros países, ni las barbaridades de Pinochet, ni las de Videla
tendrían importancia comparadas con las escabechinas de Chaves, primero, y Maduro, después. De todos los conflictos, de todas las violaciones de los
derechos humanos, ya sean en la Guinea del padre de Teodorín o en la Arabia
Saudita de los jeques donde por un quítame allá esas pajas te liquidan a
zaborrazos, el único realmente grave, miserable y condenable es el de
Venezuela. Yo creo que los dirigentes del PP están tan convencidos de que
Venezuela es el coco que a sus hijos pequeños, si no se terminan la sopa o se
pelean con sus hermanos, los amenazan
con que viene Maduro. Y es que no se puede situar a todos en el mismo nivel, el
orden es el orden y la jerarquía es la jerarquía.
Evaristo Torres Olivas
Si hubiera que jerarquizar las muertes, tal vez en primer lugar habría que situar a los niños de nombre Rocío Capilla (12 años), María del Carmen Fernández, Silvia Pino (7 años), SIlvia Ballarín (6 años), Julia Barrera Alcaraz (3 años), Esther Barrera (3 años), asesinados en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza en diciembre de 1987
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