“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 18 de julio de 2017

Ética

Cada vez que se habla de corridas de toros,  tirar cabras desde los campanarios,  sacar en procesión a unas esculturas de cartón piedra,  llenar las calles de mierda y la música a todo trapo a las cuatro de la mañana,  comer caracoles, pulpo, criadillas, prohibir que las mujeres ejerzan el sacerdocio, comer a las dos del mediodía, echar la siesta, ir de tapas, tener sobremesas de tres horas, levantar la voz en los lugares públicos, atrangantarse con uvas en Nochevieja, felicitar el día del cumpleaños y volver a felicitar el día del santo, comer churros, oreja y morro, cantar una jota en cualquier celebración, vestirse de princesa o de almirante el día de la comunión,  llevar el perro a bendecir, o de cualquier otra actividad o afición, se recurre al argumento de que hay que respetar las costumbres y tradiciones. En ese saco, el de las costumbres y tradiciones, e incluso en el de la moral, todo se mezcla, y todo es bueno y respetable. Es la falacia ad antiquitatem,  según la cual si algo viene haciéndose desde hace mucho tiempo es porque es verdadero y correcto. La propia palabra moral viene del latín moralis, todo lo relativo a usos y costumbres. Por lo tanto todos los usos y costumbres de una sociedad determinada deberían ser respetados. Tan morales son los toros en España como lapidar a las mujeres o rebanarles el clítoris en otros países. Tan costumbre es comer criadillas en España como comer sesos de mono vivo en Camboya. En muchos países,  que se casen dos mujeres o dos hombres no es una costumbre sino una aberración. Pero que se case un señor de 50 años con una niña de ocho años es una bonita costumbre milenaria. Como los usos, las costumbres y la moral parece que sirven para justificar y hacer igualmente respetables echarse la siesta y la ablación, comulgar de marinero y chamuscar con la silla eléctrica, irse de tapas que lapidar, tal vez sea necesario recurrir a la ética para que podamos distinguir entre lo que está bien y lo que no, lo mismo en España que en Camboya, en Berlín o en Riad,  lo diga Donald Trump o Nicolás Maduro, María Dolores de Cospedal o Teresa Rodríguez, Iñaki Gabilondo o Curri Valenzuela. Para que no se torture a los animales, no se mutile a la las niñas, nadie se siente en una silla eléctrica. Y todos y todas podamos, si nos apetece, echarnos la siesta, irnos de tapas o enamorarnos de un hombre, de una mujer, o unas veces de un hombre y otras de una mujer.

Evaristo Torres Olivas
Las bonitas costumbres españolas

2 comentarios:

ABOGADO dijo...

Yo también quiero poder ir a una corrida de toros SI ME APETECE. Equiparar al toro con la mujer no es muy acertado y corres el riesgo de ser llamado MACHISTA. Seguro que te gustan otras cosas que, a otra gente, le parecerán aberraciones. Lo que ocurre es que si una cosa no nos gusta, pues que se prohíba. Si no te gustan las corridas de toros NO VAYAS. Lo que se tiene que quitar es la subvención que se les da, pero exactamente igual que otros espectáculos. Un saludo Evaristo, que ya hacía un tiempo que no entrábamos en materia.

Eto dijo...

No suelo contestar a los comentarios que me hacen los lectores porque si yo puedo opinar y decir lo que pienso, los lectores también pueden hacer lo mismo. En este caso haré una excepción. Si de la lectura de mi columna deduces que equiparo a la mujer con el toro, una de dos, o me he expresado muy mal o tú no te has enterado muy bien. Hay una tercera posibilidad que no he considerado: que deliberadamente intentes confundir. Pero que la violencia ejercida contra un ser humano no sea equiparable a la ejercida contra un toro no hace que el maltrato animal deje de ser violencia.