En todas las valoraciones sobre las profesiones, los
políticos y los periodistas son los que peor salen. Se lo han ganado a pulso.
Hoy hablaremos de los políticos y dejaremos a los periodistas para otra
ocasión. Muchas son las razones por las que los políticos están tan mal
considerados. Una de ellas su escasa preparación intelectual, en la mayoría de
los casos. Otra, la forma de de comportarse los unos con los otros. No se
dedican, por lo general, a debatir propuestas o contrastar opiniones sino a
insultarse con el peor estilo. Sirva de ejemplo la reciente moción de censura.
Todo ha girado en torno a que unos eran unos corruptos y ladrones, otros, unos
bolivarianos a sueldo de Venezuela, unos terceros, una marca blanca del PP que no han leído a
Camus, Azaña ni a Solé Tura. Lo explicaba muy bien un sociólogo cuyo nombre he
olvidado en un documental sobre lenguaje político. Imaginemos, decía, que
Iberia se dedicara a hacer anuncios en los que contara que Lufthansa es una
línea aérea insegura y que Lufthansa dijera lo mismo de Iberia. Al final,
concluye, la gente prescindiría de los aviones y viajaría en tren. Pues eso es
lo que está sucediendo con la política: si los políticos del PP, a decir de
unos, quieren hundir España; si los de Podemos, opinan otros, pretenden
convertir este país en una sucursal de Venezuela; si unos terceros, los
nacionalistas, pretenden trocear esto como en un rompecabezas, al final,
nosotros, los ciudadanos, pensaremos que la política es una pocilga y los políticos
unos porqueros. A decir verdad, algo de pocilga sí tiene la política cuando la
bienintencionada Mari Cruz Aguilar, en un artículo reciente, sale en defensa de los alcaldes de pueblos pequeños, pero
cita como ejemplo a Antonio Arrufat, eterno alcalde de La Cerollera, quien dice
que ser alcalde de pueblo no es un cargo sino una carga. Pues podía haber
elegido a muchos otros alcaldes y alcaldesas de pueblo, pero precisamente
Arrufat no es el mejor ejemplo. Lo de ser alcalde de La Cerollera es una excusa
para vivir de la política como presidente de la Diputación de Teruel, senador,
delegado del Gobierno de Aragón, etc. Y también para ejercer la censura en el
Diario de Teruel. ¡Si lo sabré yo!
Evaristo Torres Olivas
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