“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 18 de mayo de 2017

La casita en la playa

Hoy voy a hablar de Susana Díaz. No es la primera ni la última vez. Esta señora tiene la habilidad de conseguir indignarme cada vez que la escucho. En la última semana la he escuchado en el debate con los otros dos que se presentan a las primarias y la he escuchado cuando cuenta, con esa capacidad de análisis que la caracteriza, que la gente que llenó las plazas en el 2011 se cabreó con los socialistas “porque pensaban que tendrían su casita en la playa”. Añade la presidenta andaluza que creían que “iban a conseguir que sus chavales fueran a la universidad y que además tuvieran un máster”. Y como no fue así, los muy cabrones se cabrearon. Y es que, como se ha repetido mil veces por los que nos han estado robando a manos llenas, los ciudadanos hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Además de la casita en la playa y el máster, queríamos comer todos los días y tener un trabajo decente. Y eso es de avariciosos, de gente egoísta que cree que la riqueza llueve del cielo y que por el mero hecho de ser persona ya se tiene derecho a todo. Y no es así. Miren el ejemplo de doña Susana. Si tiene pisos y salario muy por encima de sus capacidades, es porque milita en el PSOE desde los 17 años y se ha esforzado en no trabajar en nada más. Su marido, “el tieso” no se ha gastado un duro en másteres sino que su nómina se pagaba con los cursos que la Junta de Andalucía subvencionaba. Eso sí que es apretarse el cinturón y guardar para el mañana. O miren el ejemplo de Felipe González, que de la vaquería de sus padres se hizo abogado laboralista y presidente del Gobierno para defender a los trabajadores, a los más necesitados. ¿Tiene una casita en la playa? No. Lo que tiene es una mansión. Y unos ingresos para pagarles la universidad y los másteres a dos docenas de hijos y cuatro de nietos. ¿Y sigue defendiendo a los más necesitados? Sí, en eso no ha cambiado. Los consejos de administración de algunas empresas o los millonarios de algunos países lo necesitan para defender sus intereses y sus privilegios. Susana y Felipe, dos ejemplos de personas que nunca formarán  parte de los indignados que acuden a las playas para tener una casita en la playa o enviar a sus hijos a estudiar. Ya tienen de todo y en abundancia. Unos socialistas ejemplares.

Evaristo Torres Olivas

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